jueves, 30 de agosto de 2018

Por una educación pública, popular y rebelde

Con un dólar que superó hoy los 40 pesos, con las mayorías populares en las calles, y con un país en crisis económica masiva, el gobierno nacional enfrenta hoy graves problemas de legitimidad.
Recordemos: 100 años de la reforma universitaria de Córdova, 50 del Mayo Francés. No son acontecimientos menores, ya que hoy una gran parte de la población nacional salió a las calles para manifestarse, entre otras cosas, contra el ajuste económico, la desfinanciación de la educación pública, el acuerdo con el FMI, la represión policial, la persecución política a opositores, etc.
El régimen neoliberal, con su particular articulación de los poderes de dominación de los que hablaba en su día Foucault -el poder soberano, el disciplinario y el de control-, que utiliza un discurso jurídico para legitimar sus acciones parajurídicas, porque el poder soberano no responde ya más a un hipotético estado de derecho, sino sólo al discurso del derecho que, en manos del gobierno oficial, blinda con argumentos falaces sus verdaderas intenciones: acabar con esa otra soberanía que, no siendo la ejercida por el gobierno sino por el pueblo, quiere ceder a los imperios del mundo -China, Gran Bretaña o los Estados Unidos-, con sus diferentes bases secretas: en las Malvinas, en Baca Muerta, mientras un ejército israelí vigila a potenciales poblaciones peligrosas en el sur argentino. Un gobierno que creó una empresa off-shore con fondos del ANSES, que mandó a la muerte a cuarenta y cuatro tripulantes del submarino Ara San Juan, que ocultó y evitó un posible rescate de los mismos, que habrían sido eliminados por un misil británico cerca de las Malvinas. También es un gobierno neoliberal que semeja un régimen totalitario, ya que con sus simulacros democráticos -no suspende ley alguna, ni la constitución, ni el congreso-, oculta pero a la vez ejerce, persecuciones y amedrentamientos policiales, encarcela y detiene preventivamente sin juicio, crea campos de escepción, aquellos que, expulsando soberanamente a ciertos sujetos -como los pueblos indígenas- del territorio nacional en términos jurídicos, permite su persecución, asesinato y desaparición; no se trata simplemente de considerar delincuentes a algunos opositores, sino de considerar a todo potencial opositor como sujeto sospechoso, peligroso, que no es que pueda ser colocado al interior de las leyes de la misma sociedad que lo amedrenta, sino que, en términos de expulsado, es como si estuviera fuera de la ley, y por eso el gobierno se cree en la legitimidad del uso indiscriminado de la fuerza. No por nada, cuando en su momento se reencarceló a Facundo jones Huala, se lo trató, como se lo había tratado desde un principio, como un extrangero, y mientras se lo confina sin un proceso justo, sin defensa legítima, por fuera jueces y gobernantes intentan forzar su extradición a Chile. Sí las comunidades mapuches, aún formando parte y habitando el mismo suelo del país, son consideradas como no-argentinas, como absolutamente distintas, el gobierno puede legitimar, aún ilegalmente, discrecionalmente, decretando a través aunque por encima de la constitución y de todo código legal, el uso de la fuerza, y allí donde se deja abierto el camino a la ausencia de toda norma, la norma mayor de que no hay norma alguna es la norma; la ley del más fuerte se impone como la ley legítima, y en vez de respetar, interpelando, los derechos consuetudinarios de dichas comunidades, el gobierno nacional y local utiliza todos sus recursos disponibles -gendarmería, policía, medios hegemónicos de comunicación- para intentar invisibilizar, en su virtual desaparición, a los sujetos y comunidades que ellos mismos consideran indeseables.
Todo en vía de desaparecer: políticos, trabajadores, sindicalistas, estudiantes y docentes, ancianos, jóvenes, adolescentes, mujeres y hombres, empobrecidos y clases medias, indígenas, ciudadanos; una política del socavamiento total de cualquier política, que violenta cualquier diálogo, que imposibilita cualquier intercambio que no sea legitimador del poder dominante, ése que dice ser democrático porque "cede la palabra", cuando la esencia de cualquier materialidad democrática debiera ser, en cambio, ejercer la propia palabra consciente de la igualdad de las de los y las demás. Discutir ya no solamente con sujetos diversos, sino también, y especialmente, como prefería pensarlo Hannah Arendt, con una pluralidad de realidades. En cambio, es como si asistiéramos a una nueva manera de hacer política, que es inversamente proporcional a la voluntad política: a menor acción, a menor disensión, a menor intervención, mayor violencia y mayor persecución. Como Daniele Giglioli nos advirtiera en su ensayo, Crítica de la víctima, la mitología victimista, esa que disfraza de víctimas imaginarias a victimarios reales, desacredita cualquier acción, porque la única acción que admitiría como posible sería la indeseable que los mismos perpetradores, inconfesadamente, aplican y sueñan con seguir aplicando: el daño, la violencia, la destrucción; sólo queda como legítima acción la consecuencia del daño, el padecimiento del dolor, y así es mejor no actuar, porque en adelante todo aquel que actúe, que ose hablar, que ose intervenir en el mundo público, o bien será una víctima, o bien un victimario: los verdaderos victimarios se confunden así con sus víctimas, y los sectores más atacados quedan catalogados, cuando responden, como otros tantos victimarios, como si el manifestarse en contra de la opinión oficial constituyera un crimen, como si todo aquel que no acata sumisamente la orden de ovedecer al tirano fuera, por sus convicciones irracionales y no consiliadoras, un sujeto violento, que es imprescindible convatir y, de ser necesario, matar y desaparecer.
100 años de una reforma universitaria, que tuvo alcances latinoamericanos, continentales: un continente que sigue sufriendo las derrotas de sus fuerzas populares a manos de los regímenes neoliberales; 50 años de una revuelta, la que en mayo de 1968, conectara estudiantes, trabajadores y ciudadanía en general, en la búsqueda de mayores libertades y derechos, en contra de tiranías y dictaduras, por la emancipación global en lo sexual, lo económico y lo cultural. Pues bien, ¿por qué no recuperar, reivindicar incluso, todas aquellas banderas? En el caso de la reforma universitaria de 1918, los estudiantes se manifestaban en todo el país por la autonomía universitaria, el cogobierno de las instituciones, la gratuidad y laicidad universitarias, y la apertura popular de las universidades, permitiendo el acceso y la educación de las mayorías empobrecidas o en vías de serlo de la población. También es cierto que, junto a aquellas reivindicaciones de una universidad popular y reformista, muchos estudiantes pedían una universidad revolucionaria, acompañada por una revolución social total. Pero a la vez necesitamos y deseamos universidades, colegios y escuelas, en todos los grados de la educación pública, que sean rebeldes, que sepan decir no a las injusticias, y levantarse contra las cadenas de un sistema capitalista, patriarcal y financiero, que nos supone mercancías, que dispone el valor de nuestras vidas y de nuestros deseos y bienes con la balanza del mercado mundial, buscando no ya solamente la mercantilización, sino también la mercadización del mundo y de lo humano, en un mercadeo de derechos y de soberanías, como si la dignidad y las necesidades básicos fueran negociables, como pretende Macri que la soberanía nacional, las Malvinas y el resto de los recursos naturales nacionales sean negociables para con los imperios extrangeros. Recursos que son también realidades, ya que estos agentes de finanzas globales ignoran por completo tanto el derecho de las comunidades que habitan los suelos nacionales como los derechos de esos mismos ecosistemas, los derechos de la naturaleza y del mediohambiente, que están a medias contemplados constitucionalmente como derechos de tercera generación, en relación a los derechos humanos a la salud o a un mediohambiente sano. no es que los animales o la naturaleza sean esencias separadas -aún si fueran autónomas- de las realidades humanas, pero al estar en contacto permanente con lo humano, debiera considerárseles con sus propios derechos, ya que todo lo que tocamos, nosotros que tenemos derechos, debiera, por tanto, adquirirlo al instante de haber caído bajo nuestros pies y manos, nuestros ojos y nuestras instituciones.
En alguna época pasada, hubo un singular debate metafísico, ya que los filósofos no se ponían de acuerdo con qué era aquello que el ser humano había traído como singularidad de su condición: las ideas, la razón, el bien, el mal, el conflicto, etc. Heidegger, por ejemplo, afirmaba que el ser humano había traído al mundo el ser; Sartre, en cambio, decía que fue la nada. Pero Albert Camus, contra ellos aunque en su misma línea, llegó a admitir que lo que el ser humano trajo al mundo fue la contradicción, su condición de rebeldía, su naturaleza que siempre se niega a ser algo que hay previo, lo que es o está preestablecido, así como no renuncia a su realidad y a sus congéneres, de modo en que no se arroja a la nada. Para evitar caer en los vicios burgueses del capitalismo, que según el autor francés llevaron a la humanidad a cometer los peores crímenes -exterminios masivos en todo el planeta, persecuciones, matanzas, etc.-, que convirtieron las aspiraciones totalitarias del nazismo y el stalinismo en sistemáticos suicidios colectivos -que tanto matan a sus semejantes como a sí mismos-, que habrían podido afirmar que "existimos solos", él quería que afirmásemos otro principio, casi cartesiano, rebelde: "me rebelo, entonces nosotros somos". El neoliberalismo, como un nuevo tipo de totalitarismo, más moderado, cuya herramienta letal no es tanto la policía secreta como el mercado y los instrumentos financieros, implica, me parece, esa nueva manera de hacer política que, en sus intenciones de invisibilizarlo todo, activa la vitalidad de una desfantocracia -un poder del desaparecer para evitar comparecer-, en sus ancias de dominación, desaparición y destrucción totales del mundo, de los seres humanos y de sus tiempos y espacios públicos, privados y cotidianos. El totalitarismo neoliberal, como nuevo criterio de formador de subjetividad -la de los sujetos emprendedores-, así como destructor de las soberanías tradicionales, que retira al Estado y sus herramientas de salvación de derechos y libertades democráticos, que arroja a todos a la arbitrariedad de una lucha interminable por la supervivencia del más fuerte, pretende una absorción total de lo humano que, si antes sólo era posible parcialmente para los regímenes totalitarios ya desmantelados en el siglo XX -nazismo, stalinismo, o los autoritarismos del franquismo, los despotismos totalitarios orientales de Corea del Norte o de la China comunista postmaoísta, así como las dictaduras latinoamericanas de los años 70 y 80-, mediante cierta fabricación de la soledad absoluta, en el aislamiento de los campos de concentración y de exterminio, ahora se vuelve más posible y amplia desde los mecanismos neoliberales, porque desde la irrupción postmoderna del tiempo total, del presente absoluto y del "no hay tiempo", o del "se acaba el tiempo", incluso del "el tiempo es dinero", son los gobiernos neoliberales los que, con sus extremismos y gradualismos, economías de shock o de competencia masiva, se han apropiado de ese último resquicio democrático del tiempo, que los gobiernos como los de Macri o Temer, gestionan los tiempos, limitan los tiempos de vencimiento de deuda, endeudan al infinito sus democracias (cuando el presidente Macri dice que "estamos creciendo", la conjugación de las oraciones en los tiempos presente y futuro plurales de la primera persona, al indicar un "nosotros", en realidad habla para algunos, que no son todos los habitantes argentinos, sino que son los ricos y poderosos del empresariado nacional, pero que es fundamental que abarque a todos en sus pretenciones discursivas, aparentando hablar a todos). SI en un par de meses se adelantan las elecciones nacionales, presa o no Cristina Fernández, ello seguirá indicando la manipulación de Cambiemos del tiempo político -el cambio permanente es otro indicador adicional de un rasgo totalitario en el partido oficialista nacional-, y sólo una eficaz y responsable organización, articulación y reempoderamiento hegemónico de los sentidos populares en ese entonces, posibilitará a la oposición ganar elecciones sin olvidar sus debates abiertos con las pluralidades del resto de la población, reabriendo el espacio público para la legitimación de otros discursos que permitan deconstruir la ya vieja "grieta" nacional, para revisar y rearmar las tramas y redes ciudadanas. No bastará cancelar la nueva deuda externa, normalizar las tarifas o procesar a los perpetradores, ni siquiera recuperando las provincias en manos del peronismo o la izquierda, dialogando además con aquellos movimientos sociales y varriales de corte libertario -por ejemplo-, sino que faltará también saber actualizar las nuevas luchas discursivas, que implican hoy, por poner un ejemplo, el debate de la legalización del aborto.
Hay que repolitizar los espacios públicos, las instituciones educativas en todos los niveles, las conversaciones más íntimas; también hay que continuar reconociendo los rasgos sociales, radicales y emancipatorios de las luchas populares. Hay que hacer que reaparezca el ser del pueblo, individual, social, político y latinoamericano, para que los usurpadores del poder de turno no puedan evitar comparecer ni ser procesados debidamente por una nueva justicia, por nuevos jueces y mejores legisladores, para que no se le vuelva a permitir a nadie, fácilmente, arrancar al ser y matarlo en cada persona, en cada sector social empobrecido, destruir los derechos y las garantías adquiridos, violar las leyes básicas, desaparecer a nadie bajo ningún concepto al colocarse ellos en los lugares de poder real.

sábado, 9 de junio de 2018

Caminos de la imaginación

De Platón a Freud, con pocas escepciones, la noción de lo imaginario y de sus términos relacionados -imagen, imaginación-, han estado marcados por formas específicas de responder a una explicación propia del mundo, a una teoría o a una estrategia de análisis. En Platón, la imaginación es el estadio más bajo en el camino del conocimiento, que va en ascenso desde las imágenes, pasa por el discurso, llega luego a la matemática y, finalmente, asciende a la dialéctica. En Hume, las ideas se reducen a impresiones o imágenes que se reproducen en la mente humana, concebida por el inglés como una tabula rasa, como un pizarrón vacío que se llena de imágenes del mundo que la mente va fusionando para responder a sus inquietudes; en Spinoza, igual que en Pascal, la imaginación es la facultad mental que sirve para inventar cosas irreales; para Kant, las imágenes son representaciones sensibles de las cosas espaciales; y en Freud, las fantasías son representaciones inconscientes que, a modo de símbolos elavorados, en los sueños o en la vida consciente, cifran un contenido latente o reprimido. Hay empero otras interpretaciones o concepciones de lo que sean la imaginación y las imágenes. Para los contemporáneos de Homero, creemos que las imágenes eran manifestaciones de los designios divinos; para los presocráticos, eran manifestaciones de principios primordiales de la naturaleza o phisis, como el agua en el caso de Thales, que era una manifestación de la humedad, o el fuego, como una apariencia del cambiante designio del Logos, en Heráclito. Para personajes como Agustín de Hipona, las imágenes eran un primer momento de iluminación, en el camino interno hacia el conocimiento de Dios, en una infinita búsqueda por lo sobrenatural, en la memoria y en las ideas divinas, en el cual la observación exterior de los cuerpos físicos es el primer paso; para el singular filósofo que fue Walter Benjamin, los recuerdos, imágenes psíquicas, acuden a la memoria expontáneamente, en constelaciones, y así con la observación de un paisaje, de una fotografía o de un cuadro, puede surgir, expontáneamente en la memoria, una imagen que nos revele un conocimiento auténtico, mesiánico, inspirado quizá por la visión previa a la constelación. Finalmente, el último autor occidental que creemos pensó en la imaginación de un modo profundo, fue C. G. Jung; el discípulo famoso de Freud, que se separó del psicoanálisis freudiano considerando, por ejemplo, que la livido o energía psíquica no podía ser solamente sexual, que hay dos inconscientes, uno personal, individual, y otro colectivo, universal y que compartimos con todos los demás seres humanos, desarrolló explicaciones originales para hablar de los trastornos psíquicos, y cambió el universalismo mecanicista y sexual de su maestro, que creía ver en todas las cosas creadas por el hombre desplazamientos de zonas herógenas -según Freud, el símbolo universal para el hombre es el falo, masculino, y en todo objeto con forma fálica, creía ver un desplazamiento lividinal del primer objeto del niño y de la masturvación-, por una especie de universalismo simbólico, desarrollando la noción de arquetipo, símbolos colectivos de la humanidad -ánimo es para Jung el arquetipo de la masculinidad, ánima el de la feminidad, Cristo el de la auténtica individualidad, el sí mismo, etc.-, y los sueños para el psicólogo suizo no son códigos que hay que descifrar, sino símbolos que hay que leer, imágenes energéticas que, según cada persona y cada experiencia personal en sueños, patologías o visiones, le quieren decir algo a la persona que los tiene, aunque su ignorancia del mecanismo inconsciente o su reticencia del sentido inconsciente de ese mensaje, la persona sufre y por eso se trastorna; para Jung, la tarea del analista no es, como para Freud, volver conscientes los contenidos reprimidos, sino leer los símbolos de la persona en análisis, haciéndola consciente de sus significados profundos, y conectar así su inconsciente personal con su inconsciente colectivo mediante el análisis, para que el analizando desarrolle su auténtica personalidad inconsciente, su sí mismo, y adquiera su verdadero yo.
Aún entonces, no me parece que ninguna de estas concepciones de lo imaginario sea adecuada; la imaginación, me parece, tiene otros caminos, igual de enrredados, pero con fines distintos. Sólo Benjamin y Jung han llegado, me parece, a una concepción tan profunda de lo imaginario, aunque creo que distan de ser completas o alcanzar para comprender qué sea la imaginación, en un mundo contemporáneo que ya no cuenta con sistemas totales de pensamiento para comprenderse a sí mismo, ni posee ya creencias absolutas en religiones tradicionales en las que pueda depositar el ser humano todas sus espectativas.
Desde Aristóteles hasta Hegel, la filosofía decimonónica concibió al ser humano como un ser de razón, como un "animal racional". En cambio, nosotros concebimos al hombre como un ser de imaginación; y las imágenes, por otra parte, son fundamentales para su comprensión del mundo en el que vive. Dos dimensiones conjuntas componen al ser humano: la que corresponde a la pregunta por "qué soy yo", es decir su dimensión social, histórica, comunitaria, sus facultades mentales, sus producciones culturales, etc.; y aquella otra que responde a "quién soy yo", y esta dimensión constituye la autenticidad del ser del hombre, su esencia inmensurable, su intimidad más honda, mientras el yo viene a ser, por un lado, las relaciones de todas sus partes, exteriores e interiores, consigo mismo y con los demás, su ego; y su expresión actual, expontánea, que se vuelve presente cada vez que me nombro a mí mismo, en la conversación, en el diálogo, en el saludo, cuando digo "yo" y cuando me dirijo a un "tú", de modo en que el yo es una tensión indefinida entre la objetividad y la subjetividad de uno mismo, la conciencia de sí y de cada cosa en el mundo, de los otros y del entorno, del espacio y del tiempo, siempre en desarrollo a lo largo de la vida de cada persona. Pero hay una dimensión interior en el hombre, aquella que relaciona su consciencia con su inconsciente, el ello con el yo, que quiere ser deseo de sí, pero que no es el deseo en sí mismo, aquella esencia del ello que vitaliza al hombre en su inconsciencia, ya que el deseo afirma al ser en la vida, pero no es todavía la razón de su vivir, sino sólo lo que lo mueve a vivir y a darle sentido a la vida, pero el deseo ni es el sentido de su vida ni su única fuente de conocimiento; la imaginación, esencia formal del espíritu viviente, es la energía primigenia del ser humano, aunque no es aún la adquisición ni la incorporación de las imágenes en sí. Hay imágenes exteriores, aprehensiones inmediatas de los sentidos del mundo externo, pero también imágenes interiores, y la representación se juega entre estas dos imágenes, una sensible y otra inteligible, aunque no asciende aún al concepto. La imaginación no es la incorporación interior del mundo exterior, y la formación de imágenes mentales, que precedería a la de las representaciones y a la de los conceptos, no implica solamente la aprehensión externa, sino también la intuición interna, tan inmediata como la primera del mundo exterior, pero distinta; los sentidos se extienden y, como manos del cuerpo y de la piel, atrapan las materias sensibles, mientras el espíritu interior aporta las formas preinteligibles.
La imaginación, que se parece más a la tabula rasa de Hume que la memoria, es puramente el campo y linde de lo imaginario, el habitáculo de una energía inconcebible cuya transformación evolucionará, después de su nacimiento en lo inconsciente, en las formas interiores, materias exteriores, símbolos del ser; la imaginación no crea por sí misma las imágenes, solamente posibilita y habilita su existencia, como una antesala entre el ser y los entes, entre las esencias y la realidad de su advenimiento o surgimiento en el mundo. Las imágenes, entidades indefinidas en su origen, en tanto se conformen y se hagan ellas mismas, repartirán y compartirán la imaginación, en y de donde pueden surgir para ser plasmadas en la consciencia. Es sin embargo el hombre quien, ejerciendo su ser en su consciencia, el que decide qué imágenes advendrán a su mente, como si su interioridad fuera un gigantesco manantial de materia acuosa, y de su fondo pudiera extraer el barro con el que formar figuras hechas para su conciencia; el hombre, ser cuya conciencia es puesta ante la imagen, elige entre una u otra imagen, y decide, consciente o inconscientemente, cuál tomar y cuál dejar, aunque sus recuerdos sean más que imágenes, entidades complejas hechas de experiencia y de forma, mientras en su interior las imágenes son formas, pero en su construcción con lo real de la realidad mediante sus imágenes, escapando siempre de la nada que ignora o no comprende, las imágenes se vuelven materia en sus manos, y con ellas la imaginación puede alumbrar al mundo.
La imaginación, con sus tres maneras de darse al ser: en lo imaginacional, como energía creativa del espíritu; en lo imaginario, como fuente y campo de lo psíquico; y en lo imaginativo, como parte consustancial de cada representación real o ideal del hombre, en su realidad exterior. También, en un sentido similar, Lacan fue, en verdad, el primero que habló de lo imaginario con un sentido propio y distinto al que otros le habían dado; para el psicoanalista francés, se trata de ver al ser humano como un sujeto de lenguaje, y de un sujeto que posee, como ser de lenguaje, tres registros para inscribir el mundo: lo real, que es indecible, pero para Lacan se circunscribiría al sujeto; lo imaginario, registro de imágenes, fantasías y fantasmas; y lo simbólico, que registra las palabras. Así, por ejemplo, frente a cualquier objeto, onírico o diurno, el sujeto registra tres cosas: cuando toma café, por ejemplo, hace tres cosas a la vez, tomma café -realmente-, imagina el sabor del café, el líquido bajando por su garganta, se anticipa al calor de la taza, degusta el café pero también disfruta teniendo la taza entre sus manos, sintiendo el calor que resulta ser real pero tener su correlato en lo imaginario, etc.; y por último sabe nombrar lo que está tomando, lo llama "café", conoce que su sabor se debe al "azúcar", y sabe que sostiene una "taza" donde está contenido el café, aunque todo esto ocurre a nivel inconsciente. Sin embargo, como dato curioso, Lacan atribuye a la imaginación un papel especial: por una parte, es aquello que le da sentido imaginario a todo lo que el hombre hace o piensa, y así algunos psicoanalistas dicen, con Lacan, que todos llevamos un fantasma con nosotros, cuando dormimos o cuando estamos despiertos, cuando leemos o cuando estamos esperando a alguien, es como un depositorio de todas nuestras fantasías, y sin este mecanismo imaginario el hombre enloquecería, porque no podría imaginar lo que está diciendo o pensando, y no podría completar con una imagen básica una palabra; por otro lado, lo imaginario es para el francés el registro de las formas, y así la matemática se vuelve una expresión formalizada de los deseos del sujeto, aunque esta parte de la teoría lacaniana es científicamente muy discutible. Empero, no creemos que lo imaginario sea un registro más del hombre, subordinado además a lo real; en cambio, tomamos lo real, así como el ser, la vida, la singularidad o Dios, como principios atómicos subyacentes, trascendentales que surgen cada vez que el hombre establece alguna relación con cualquier cosa, aunque no pueden reducirse a sus intentos de definición o de descripción -tampoco la imaginación puede, y en este sentido lo en sí cae fuera del entendimiento humano, aunque él reconozca que eso existe y preexiste a sí mismo. Lo imaginario es una energía propia del hombre, no una facultad o un registro, aunque los tiene -como la creatividad, la fabulación o la inventiva-, y es autónoma de la razón, con la cual cada uno organiza el mundo, como puede llegar a serlo de lo real, porque si bien las imágenes surgen de lo real externo, la imaginación sólo es su posibilidad; sólo comparto con Lacan la noción de que lo imaginario es necesario y crea un campo para las fantasías del ser humano; en este sentido, puede aproximarse a la noción o concepto lacaniano de registro, aunque más que un registro, lo imaginario como imaginativo -como parte de la realidad- sea simplemente un criterio o límite ideal de cada cosa para el hombre y no un simple registro de dichas cosas.
La imaginación como límite: se trata aquí no ya de su dimensión puramente metafísica, sino más bien de su dimensión precientífica, social y política; para ejercer una imaginación política y social, que aquí sí debe subordinarse a la razón, para evitar la locura; el hombre debe imaginar límites a lo que no lo tiene, y también imaginar la posibilidad de que aquello que lo tiene deje de tenerlo o tenga otro, delimitando lo aparentemente ilimitado, y deslimitando lo ya limitado, siempre dentro de fronteras de responsabilidad y consenso.
Lo imagenario: si lo imaginario posibilita un campo de idealización y creación, no es un campo de imágenes, sino su estadio previo; en cambio, ese mundo de imágenes, o más bien red de imágenes, es lo que, desde ahora, llamaré lo imagenario; y la posibilidad de ejercer, conocer, reproducir e incluso de manipular una o más imágenes, lo denominaré lo imagenante; lo imagenal: la esencia de una imagen, su origen significante en un sentido exterior -si es visual, auditiva, táctil, etc.-, su naturaleza social, lo que en arte se llama comúnmente lo iconográfico, que así como lo iconológico estudia las formas simbólicas de la cultura; porque mientras una imaginología debe estudiar todas las aplicaciones posibles de la imaginación, una grafosofía debe erigirse como un saber de las imágenes, y bien sabían ya los presocráticos que ellos estaban en el comienzo de una ontografía, porque sus predecesores aún continuaban en una teografía, y así el estudio de las imágenes de lo divino y lo sagrado, como límite expresable de una experiencia más allá de lo visible y de lo decible excede toda imaginación; los presocráticos que, como Heráclito, que conocía la virtud del fuego como imagen física del Logos, que con medida se enciende y con medida se apaga, vivían experiencias místicas y filosóficas, aunque sus ideas tenían que buscar arribar a lo aparente, a lo sensible o, si no, a lo decible, aunque sus ideas perforaran y dislocaran las palabras y las imágenes buscando transmitir la profundidad de creerse parte de una sabiduría no vulgar; y por eso grafos no significa imagen -que sí significa eidos-, sino escritura, palabra, expresión escrita.
La ficción: es lo que se forja en una inventiva no práctica, inútil a usos reales, que sólo busca dejar abierto el mundo y la contingencia humanos en lo infinito, y por ello tienen sentido la filosofía, la ciencia, las artes... Sin ficción, sin desconstrucción de lo real y su reconstrucción en lo irreal, se detendría el sentido de toda experiencia, de todo pensar; distinguir la fabulación de la construcción real es la tarea que, con la imaginación y la razón, tiene el hombre, descubriéndose a sí mismo nocómo un ser fabuloso, pero sí como un ser valioso, y su valor es está en dar valor al mundo, a cada ser y cosa a su alrededor, a sí y a los otros, y en eso recide su dignidad: es valioso porque puede valorarse a sí mismo igual que al resto de sus semejantes y al mundo que con ellos cohabita.
Un principio inspira en mí esta filosofía, aún muy incompleta: quienes con Descartes decían "pienso, luego existo" se oponían a aquellos otros que, con el existencialismo o la hermenéutica, dicen "existo, luego pienso", pero ambos excluyen la importancia de uno de los elementos subordinándolo a otro previo -o bien primero se tiene existencia o bien primero se puede dudar y tener pensamiento-; en cambio, bien podríamos decir "existo y pienso". Yo diré, en cambio, "vivo e imagino, por lo tanto existo y soy"; pero ¿cómo aplicar esta conjunción teórica al mundo, a la coexistencia de los hombres y de las mujeres, de los otros que ni se tienen a sí mismos como hombres ni como mujeres, a la tierra, a la naturaleza, a cada ser en relación consigo mismos y con cada otro ser? Mejor, tal vez, sería afirmar que "imaginamos y vivimos, entonces coexistimos y somos"; Camus, para oponerse a aquel principio solipsista y burgués que afirma que "existimos solos", afirmaba que "me revelo, entonces nosotros somos". Si convivimos juntos e imaginamos entre nosotros, podemos también ser para otros y hablar para otros, y así nuestra existencia puede ampliarse en el orizonte, hacia otros; sin vida no podría haber imagginación, pero sin imaginación sería difícil saber qué haría un ser que solamente tuviera la vida para existir, que no la imaginación para imaginar en la vida y vivir más allá de su propia imaginación.
Notas: son recomendables los siguientes textos para seguir estudiando estos problemas: obras de Lacan: Escritos, Otros trabajos, Seminario 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Seminario 14. La lógica del fantasma, Seminario 22. R.S.I., Seminario 26. La topología y el tiempo. Mi cuerpo y sus imágenes, y Topologería. Introducción a la topología de Jacques Lacan, de Juan David Nasio. Imaginario, simbólico, real. Aporte de Lacan al psicoanálisis, de Carmen Lucía Díaz. Obras de Jung: Arquetipos e inconsciente colectivo, Aion. Contribución a los simbolismos del sí-mismo, Energética psíquica y esencia del sueño, El Libro rojo, Formaciones de lo inconsciente, La dinámica de lo inconsciente, Símbolos de transformación, Teoría del psicoanálisis. De Varios Autores, Diccionario de los símbolos, El concepto de historia de Walter Benjamin, la Investigación sobre el entendimiento humano de David Hume, Texturas de la imaginación de Marcelo Pakman, y por último Entre pensar y sentir: estudios sobre la imaginación en la filosofía moderna, editado por Claudia Jáuregui.

Tocar fondo: la vuelta al fondo de la economía argentina

El jueves pasado se oficializó el regreso del país al FMI; un acontecimiento previsto por algunos semanas atrás, que marca un nuevo avance de las políticas neoliberales de Cambiemos, y un nuevo retroceso de la economía real para los sectores mayoritariamente vulnerables de la Argentina.
Nótese que el término "fondo" suscita distintas acepciones, y la idea oficialista que denotaría -falsamente- "fondos de inversión" es sólo uno de sus múltiples significados posibles. Así, por otra parte, la sigla FMI significaría, según algunos ingeñosos periodistas opositores y pesimistas, no tanto -o solamente- "fondo monetario internacional", sino también "fábrica mundial de indigentes", y además, por qué no, "fondo mundial de inversión", según el gobierno nacional, como también podría llegar a indicar, también para los menos optimistas, "fábrica mundial de infelicidad", o incluso "fondo mercantil infinito", por ejemplo. Nótese, por ello, que para el sentido común, al cual la palabra dicha en singular, que peca de univocidad significante, no termina de convencer ni, si es posible, de engañar: puede indicar "tema de fondo", "idea de fondo", pero también "pozo sin fondo".
En efecto, como empresa global que pretende financiar y financiarizar las relaciones internacionales entre las naciones, el Fondo no quiere ni quisiera, por supuesto, ser una parte en un todo mayor, un banco entre bancos, ni mucho menos el último de los recursos financieros: el Fondo no quisiera, aunque así es, "estar al fondo" en tema de negocios de deuda mundial. Para "estar en el centro" de la escena, en vez de ser su fondo, es difícil para esta máquina de endeudamiento global, aparentar la inocencia que los gobiernos capitalistas y de derecha de las grandes potencias buscan atribuirle; si fuera otra vez, como en la época del resurgimiento de los populismos latinoamericanos entre 2003 y 2013, un organismo periférico entre aquellos que, como la CIA o la UE corrían el riesgo de perder la hegemonía en el juego de fuerzas por encabezar la lista de los sistemas que iban a manejar el mundo desde la caída del muro de Berlín y de la Unión Soviética en los 90, su resurgimiento hoy día podría ser fácilmente pasado por alto por las izquierdas de centro que, en los últimos años, se han convertido en los grupos mayoritarios opositores; estando nuevamente en el centro de la escena económico-política actual, ignorar su presencia se vuelve, si no imposible, un acto ingénuo por parte de las intelectualidades nacionales en América Latina. Invisibilizado en los diez años previos, su espacio era ocupado por la lucha entre los mercados estadounidense y chino desde la crisis en los EE. UU. en 2004 y la nueva crisis internacional de 2008; a nivel de la crítica cultural, literaria y filosófica, y fuera de los complejos debates de los académicos de la economía, el fondo se había convertido por entonces en aquel campo existencial del stablishment que, como el tiempo y el ser en San Agustín y Martin Heidegger respectivamente, poseía una referencialidad ambigua y que coincidía con la presencia o ausencia circunstanciales y locales de su influencia e insidencia en los campos reales de las economías regionales, cuando los gobiernos populares latinoamericanos eran abordados por el poder comunicacional, con una pregunta similar a la de los filósofos por el tiempo y el ser; en ese caso, podían decir: "si no me lo preguntan, lo sé; pero si me lo preguntan, no lo sé"; y bien podría haber sido formulada la respuesta más o menos como sigue: "si estamos endeudados por él, sabemos que estuvo ahí; pero si nos hemos desendeudado, aún si era patente que el fondo estaba y aún está ahí, mejor es pensar que no lo sabemos o, en el mejor y más feliz de los casos, es mejor no pensar en él, y en dejar de considerarlo como un agente serio de la economía que pueda traernos beneficios a todos".
Aquí y ahora, en cambio, está más presente que nunca, y su ignorancia hasta pocas semanas atrás por parte de la mayoría opositora nacional, demuestra su ingenuidad a la hora de efectivizar su llamada de alerta al avance cada vez más patente de las políticas oficialistas contra los derechos de las mayorías desfavorecidas. Si con la reapertura indiscriminada de las importaciones a comienzos del 2016, con la eliminación del cepo al dólar y el previo pago sumiso a los fondos buitres, los sectores más afectados de la economía bien podrían haber adoptado el silencioso pero eficaz lema de "nada importa pero todo se importa"; con la reciente oficialización de la vuelta al fondo -no digamos del fondo, la cual remite a los mismos inicios de la confirmación de Macri como nuevo gobierno en diciembre del 2015-, se nos antoja hoy otro, del cual la risa y el llanto son solamente dos de las tantas contradictorias emociones -positivas y negativas, de bronca y de impotencia más que nada- que inspirará su explicitación: "el fondo nos deja sin fondos", "el fondo es un pozo sin fondo" o, incluso, "hemos tocado fondo si es que hemos vuelto al fondo", por ejemplo. Justamente, los sectores medios se forman una falsa idea de lo que el fondo es hoy, si es que llegan a admitir la engañosa invitación oficialista de que el fondo, siempre malo hasta ahora, se ha vuelto, de repente y sin mayores explicaciones, bueno y solidario; el fondo no viene al país, como ya bien lo han podido confirmar los países europeos que han aceptado sus recetas y se han endeudado por ellas, con sus crueles efectos resultantes -España, Italia, Grecia o Portugal-, a prestar fondos, sino a crear en la economía actual y futura, un nuevo pozo sin fondo, un vacío económico-institucional que incidirá en un progresivo y catastrófico aumento de la deuda externa y de la crisis financiera real, cuyo inicio histórico se remonta, como ya sabemos, al conflicto del segundo gobierno kirchnerista con el campo en 2008, cuando la masiva fuga de capitales al extrangero por parte de las grandes empresas y su futura rentabilidad en off shores en países que son históricos paraísos fiscales -o cuevas fiscales, como Santiago O'donell propone nombrarlos-, fue una manera de frenar los intentos de poner impuestos a los grandes exportadores, y cuya consolidación como fuga soberana se vio, espectacularmente, en las investigaciones hechas públicas mundialmente de los Panama Papers.
Un fondo que sólo reivindica su nombre, es decir que fondea, que crea más fondos, es decir más agujeros cuyo fondo es el remanente o resto de inversiones que están por desaparecer del territorio nacional, que no presta dinero sino que abre la puerta a la perpetuación condenatoria de los pueblos oprimidos de un endeudamiento in aeternum; recuérdese el fragmento de un estribillo de una conocida canción de rock de La Vela Puerca que dice: "viejo divino ¿adónde vas? ... Y de la mano sólo queda hoy un perro flaco y el fondo de un vino pa entiviar", y acá el fondo es un poquito de vino, que reconocemos que es lo que al pobre le queda después de una vida despreocupada, aunque en la actualidad descubre él mismo que es una vida vacía, miserable y sin futuro. El término "fondo" indica aquí, mejor que de ninguna otra forma, "resto" o, también, "vacío", y la posibilidad de su infinitud en el tiempo abre la contingencia humana del pueblo argentino a su más desdichada y confirmatoria caída en la nada, en esa arvitrariedad consustancial a una lucha por la vida y por la existencia en una naturaleza salvaje y en una sociedad aparentemente incontrolada, pero sutilmente dominada por un grupo que, en su ipocresía por gobernar mientras propugna la destrucción del Estado y de toda soberanía nacional vende, en su relato de marketing la noción falaz y funcional a sus intereses de clase, del individuo atomizado, ese sujeto autónomo y absoluto, que es su propio emprendedor. No es que el emprendedurismo en sí mismo sea malo, lo que ocurre es que en los microemprendimientos, en los que se busca aspirar a desarrollar una capacidad o acceder a un conocimiento práctico específico -elavoración de alimentos, por ejemplo-, generalmente tienden a ser temporales, funcionando como aparatos inconscientemente individualistas, que dividen a los grupos en sujetos autosuficientes, y los aprendizajes que se promueven en sus contingentes de personas suelen ser puramente utilitarios, acríticos y carentes de nociones y conceptos fundamentales para toda sociedad como "comunidad" o "solidaridad". El problema es que sus mecanismos suelen servir muy bien a los relatos de los libros de autoayuda o de liderazgo que, con sus lenguajes engañosos, pretenden llenar el vacío ideológico de las estructuras mercadistas y empresarias que, con sus nuevas estéticas capitalistas, completan una dimensión de postverdad falta de mejores respuestas formales a la política real. Su logro es efectivo porque, en un mundo sin criterios absolutos de verdad y de falsedad, donde las estructuras narrativas de historias particulares, relativas y puramente verosímiles, manejadas por medios masivos de comunicación, no pueden posibilitarle a nadie fuera de sus legitimadores oficiales, una base válida para elegir qué hacer, quién ser, cómo actuar o en quién o qué depositar sus esperanzas, deseos e intereses. En una realidad semejante, donde el pluralismo democrático de ciertos sectores intelectuales, o las ideologías de democracia radical, sociedad popular o libertaria de nuevos grupos políticos que aglomeran antiguas izquierdas o tendencias de librepensadores y de activistas sociales, son rápidamente descartados como posibles respuestas inmediatas a los problemas tradicionales o nuevos de la política, o excluídos de los debates hegemónicos por hallarse fuera de las grietas y divisiones acostumbradas en la actividad pública -izquierda o derecha, popular o conservadora, liberal o nacionalista, etc.-; en el cual el pragmatismo político invita a la mayoría a elegir siempre y solamente entre un relativismo que permite casi todo pero que se adecúa muy bien a todo, y un particularismo o singularismo que cae en las falencias de cualquier individualismo, por bueno u original que sea, y donde el universalismo corre el peligro de homogeneizar lo heterogéneo, ya no alcanzan los antiguos mecanismos electorales e institucionales para legitimar las diferentes prácticas; entre una ciudadanía que es atacada soberanamente por el gobierno de turno y convertida así en una unidad de pueblo, y una dimensión política signada por partidos, poderes estatales y fácticos, que interpreta a sus potenciales seguidores ciudadanos o bien como sumas de individuos o como masas uniformes, actualmente queda un único campo de referencialidad que puede servir como una herramienta efectiva para disminuir la brecha existente entre ambas partes del mundo público: las redes sociales en internet, cuyos nuevos grupos y páginas masivos pueblan de un modo nuevo el campo de los debates públicos. aquí también el FMI está ampliamente deslegitimado, es considerablemente repudiado y no parece que la mayoría de los usuarios internautas vaya a apoyar de un modo optimista a un gobierno que se autoexcuse con sus eslógans o a un congreso que convalide sus acuerdos de expolio a la mayoría ciudadana.
No por nada tituló Tocar fondo un capítulo de su libro Si esto es un hombre el escritor italiano, superviviente de Auschwitz, Primo Levi: los recién llegados, ignorantes de la destrucción total de la humanidad en ellos, suponían que acababan de entrar en un infierno, y pronto no había solidaridad patriótica o política alguna que consiguiera mantenerlos lúcidos frente al horror. Tocar fondo: la clase argentina en crisis, así se titula un libro sobre el 2001 de dos autores argentinos contemporáneos, José E. Abadi y David Mileo. No queremos que así vuelva a ser denominada la situación nacional, que por entonces presenció el corralito económico; entonces se declaraba el estado de sitio, aunque hoy también estamos en un estado similar, de abandono de la ley y del derecho, aunque ambos comparten una característica del estado de escepción del que habla G. Agamben en su obra omónima: en un vacío legal e institucional, se crea un nuevo campo político, donde la ley es que no existen leyes, y la norma es que no hay normas; la persecución, la represión, la desaparición y la aniquilación políticas están entonces permitidas, y el poder soberano sobre la vida y sobre la ciudadanía son la nueva norma que rige la acción social del grupo dominante. Todavía, empero, queda una soberanía por defender, la soberanía nacional y popular, la cual se encuentra hoy en estado de riesgo total, porque el territorio nacional corre el peligro de ser convertido en base de la inteligencia norteamericana; para poder asumir y superar una soberanía que, siendo la del pueblo, controle y sea la base para la soberanía estatal; sin este reconocimiento, el país entero corre nuevamente el riesgo de caer bajo la cadena económica de otra soberanía que no le es propia sino agena, la del FMI, y con ella también las cadenas de todos sus aseguradores, los bancos internacionales, las agencias de inteligencia nacionales y las corporaciones mediáticas y militares norteamericanos y británicos.

sábado, 19 de mayo de 2018

¿Por qué Santiago Cúneo?: el periodismo y la política resignificados

Un hecho significativo sacude hoy los medios nacionales: la desvinculación del periodista peronista Santiago Cúneo de Crónica TV, Canal 4. Abre un nuevo espacio de comunicación, www.canal22web.com.
No es algo nuevo: ya durante el transcurso del año anterior se conoció un acontecimiento similar, el despido de Roberto Navarro de C5N. Habían despedido también a Víctor Hugo Morales, y a otros integrantes de dicho medio a lo largo de aquel año, pero el mismo fue reincorporado recientemente al canal.
Entonces cabe preguntarse: ¿por qué, ahora, precisamente, el gobierno va detrás de Cúneo? Un periodista más entre tantos de la oposición, mal hablado, ignorante, que según algunos necesita ayuda psiquiátrica o, mejor aún, internación psiquiátrica, inmediata y forzada. Un hombre cuyas características periodísticas, comunicacionales, lo convertían en alguien aparentemente vulgar, irrelevante, que no era mencionado ni siquiera por los miembros de la intelectualidad nacional -Jorge Asís, Eduardo Feinmann, Titaz, etc.-, tan mal conocido y funcional a los intereses del kirchnerismo, en paralelo con otro personaje igualmente mal conocido y difamado, funcional, en cambio, a los intereses del macrimo: Jorge Lanata. Un miembro de Clarín, mal hablado también, que no hace mucho dejó de mostrarse en la televisión, pero que pronto volverá a aparecer, un hombre singular, machista, estafador, mentiroso, falto de datos y argumentos válidos, un personaje con todas las letras para servir de vocero del oficialismo, anteriormente opositor, del cual muchos dicen que recibió, por cargarse mediáticamente a la expresidenta, un departamento en Nueva York, valuado en unos diez millones de dólares.
¿Qué hace de Cúneo, entonces, algo distinto? Obviamente, sus intereses y maneras tan disímiles de pensar, no digamos de expresarse. Lanata defiende los intereses oficialistas de un gobierno de derecha, mientras Cúneo dice defender al pueblo argentino, contra el "virrey" Mauricio Macri. Ambos recibieron sendos premios Martín Fierro, ambos poseen una lengua imposible de mantener bajo control, del lenguaje políticamente correcto, democrático, de los medios. Pero Cúneo dispone de datos y de argumentos válidos, a diferencia de su Alter-Ego.
Se trató siempre, ante todo, de un periodista comprometido, con la información que llegaba a sus manos, con los de sus compañeros y compañeras peronistas, incluso debatió amigablemente con las izquierdas del momento. Sus convicciones son firmes, sus ideas, sencillas: la patria, el pueblo, la clase trabajadora, la libertad de expresión, decir "lo que se le canten las pelotas". Simplemente es alguien que no tolera que quienes ocupan hoy la casa presidencial hagan a su antojo lo que quieran, dispuesto a debatir y a tolerar las propuestas democráticas y serias de los demás, pero intolerante a las maldades, crueldades y perversidades de Cambiemos. Que no tiene miedo de denunciar, siempre que pueda, los atropellos a los derechos básicos que Macri prometió mantener, pero que violó poco después de asumir el gobierno en diciembre de 2015; un gobierno que, entre tantas otras cosas, reendeudó al país, provocó el achicamiento del empleo público y privado, degradó las funciones y competencias del poder ejecutivo, amplió sus facultades y absorbió así el resto de las de los demás poderes, persiguió y persigue opositores, algunos de los cuales consiguió detener, procesar y hasta encarcelar sin juicio justo, trajo al país de invitados al anterior rey de España, a la reina de Gran Bretaña, se sacó varias fotos con Trump, abrió el mercado interno a las importaciones desmedidas, aumentó la inflación, generó más de un millón de nuevos pobres, catapultó la caída y cierre de fábricas y comercios, empresas pequeñas y medianas, colocó dinero de ANSES en una offshore de Arabia Saudí, y por si lo anterior fuera poco, ahora pide auxilio al FMI. Y eso no es todo: es quien entrega, secretamente, la soberanía de las Islas Malvinas a los intereses británicos, hace desaparecer militantes sociales y manda a una muerte casi segura a cuarenta y cuatro submarinistas en el Ara San Juan, intenta ocultar que había mandado al submarino a hacer misiones de espionaje y, aparte, intenta hacer cerrar o vender grupos de medios disidentes, como INDALO, algo curiosamente parecido a lo que hicieron los miembros de la cúpula militar durante la última dictadura al forzar a los dueños de Papel Prensa a vender su compañía.
Es una pena, en verdad, que Cúneo desaparezca de los medios masivos, pero es una fortuna también que aparezca en el mundo de los casi igualmente tan masivos medios digitales. El poder circula, Foucault lo sabía, y aunque el gobierno intente imponer el terror y el horror generalizados, como lo intentaron los autoritarismos latinoamericanos en los años 70 y 80, o como lo consiguieron los totalitarismos de los años 30, 40 y 50 del pasado siglo -el nazismo, el stalinismo o el franquismo-, para los cuales la oposición política no era peligrosa sólo por pensar diferente, sino especialmente por ser el último freno al terror total, Cúneo hace patente su fracaso. También para Cambiemos, como para los nazis, la AAA y Videla, el enemigo político no presenta una simple amenaza ideológica por sus ideas reales, sino que lo definen por sus tendencias a oponerse a lo que, según los oficialistas, es "el único camino posible", y por eso a cualquiera que exprese su descontento respecto a sus decisiones gubernamentales, se lo persigue y calumnia tildándolo de kirchnerista, como si serlo implicara una intrínseca y natural tendencia y esencia delictiva y a delinquir, como si el potencial preso político fuera, como los presos comunes, un criminal real, sin probar antes su culpabilidad más que con sofismas conocidos.
No todos acceden a la red de internet, como no todos acceden a tener un televisor y un canal de cable; hay quienes ni siquiera tienen la posibilidad de disfrutar de un canal de aire, como hay tantos que, además, hoy tampoco tienen ya la posibilidad de disfrutar de una salud aceptable, un salario digno, un puesto de trabajo seguro o una alimentación estable durante el día, que no llegan a fin de mes sin perder o mucho o todo; pero al menos Crónica, siendo un canal de aire, hasta ahora daba la posibilidad a una gran mayoría de argentinos que dispusiera al menos de un televisor y de luz eléctrica, de disfrutar de una variedad de contenidos, informaciones y opiniones disímiles, abriéndose a un público plural, con muchos gustos e intereses. actualmente, junto a C5N, conforman los únicos medios audiovisuales de oposición masivos al oficialismo en la provincia de Buenos Aires, casi incluso en el país entero. Ya no es posible ver a Navarro en C5N, sino que ahora sólo quienes accedemos a YouTube podemos hacerlo; ahora Cúneo está por volcarse también a este nuevo rubro, con pocas apuestas pero con muchos seguidores. Sin embargo, con los únicos medios masivos opositores al gobierno conquistados en la última persecución y apriete a los empresarios de los medios por parte del oficialismo, queda derrumbado, transitoria pero realmente, uno de los bastiones más importantes de la oposición, con lo cual el gobierno consigue cerrar una puerta más de la democracia, al censurar y limitar la libertad de expresión y de prensa masivamente. Queda por ver qué pasa, de ahora en adelante, con las redes: su ventaja consiste en que no sirven a intereses financieros o empresariales, sino que solamente son funcionales a la opinión pública más voluble e incontrolable de internet, mientras su desventaja la presenta su potencial capacidad de manipulación indirecta mediante el psicopoder, como ya se mostró con Canbridge Analitic.
La desaparición digital es más fácilmente efectuada en este campo de las redes que la desaparición física virtual en el mundo de los medios clásicos; sin embargo, no es menos cierto que la reaparición de las expresiones políticas allí -y aquí mismo, a través de este blog por ejemplo-, permite extender y complejizar las energías producidas por las pasiones y los sentimientos colectivos a nuevos campos de poder. No se trata ya, desde ahora, en buscar, simplemente, tomar el poder, sino de ejercerlo; la gigantesca circulación y afluencia de opiniones, ideas, palabras, discursos y luchas simbólicas en el también gigantesco mundo de la red, evita que un pensamiento único se pueda afirmar durante un tiempo relativamente largo como un "nosotros", impidiendo que un "yo pienso", "yo opino" cristalice en un "yo soy el que piensa", "yo soy el que opina", y nunca un "nosotros opinamos", "nosotros mandamos" puede cristalizar en un "nosotros somos los únicos que podemos decidir qué...". En otras palabras, la máquina simbólica del oficialismo pierde su fuerza y su efectividad en el mismo momento en que ingresa en el campo de las luchas en internet; si incluso acaba por disgregarse o disolverse, o si acaba por descomponerse o desmaterializarse a tal punto que no tenga ya efecto en la opinión pública digital, esta nueva masa digital acabaría por barrer, paulatinamente, su influencia y por arrancar sus raíces de sus puntos de apoyo y, finalmente, los usuarios coincidentes con ella quedarían reducidos a una ínfima y relativamente poco influyente masa de convencidos históricamente. Pero tampoco conviene desde ahora, cuando aún falta para que esa nueva aventura arranque el lunes, hacerse tantas ilusiones; como ya ha quedado probado con el retorno del neoliberalismo, es imposible concretar definitivamente los deseos de Cúneo: pretender que la derecha sea vencida electoralmente como que desaparezca del campo político inmediato, sería como repetir, ingenuamente, la ya conocida y fracasada opinión de que el fin de la historia regional y nacional había concluído cuando, en 2003, los neopopulismos latinoamericanos tomaban el timón de la perdida nave continental, dejando casi completamente desiertas las áreas de los que, hasta entonces, habían creído y apoyado a las derechas contemporáneas. No hay que olvidar que fue en aquel mismo 2003 cuando se formó el PRO en la ciudad de Buenos Aires, cuando se creían derrotadas de una vez y para siempre las tentativas de la derecha decimonónica y concluída la historia del famoso "en Argentina todo termina mal, siempre", e instaurando un bien eterno y substancial que se mostró, finalmente, escaso de planes de futuro a largo plazo, y carente de esquemas políticos complejos y críticos que continuaran y superaran las políticas llevadas adelante hasta 2010, que hubieran demostrado, si no, que la noción chavista de la revolución populista fue, como popular, también total y radical. Lo cual resultó ser falso: una vez fallecidos los expresidentes populares de la región -Néstor, Hugo y Fidel- y comenzados los golpes de Estado en toda América Latina -en Paraguay, Honduras y Brasil-, quedaron a la vista de muchos las incomprensiones por parte de los nuevos partidos y líderes populares de los problemas subsistentes en la realidad inmediata, como la inflación, la inseguridad social o los casos de corrupción, reales o fingidos, que aumentaron un descontento generalizado que acabó por transformarse en bronca y en masificar el odio a la expresidenta.
¿Qué queda por hacer? O bien tiene que volver Cristina al campo público, o bien, de dejar vacío ese lugar de poder, tiene que aparecer un sujeto político nuevo, que encauce la mayoría de la opinión opositora, la cual se encuentra ya unida y lista en la representación peronista de corte kirchnerista, izquierdista, feminista y peronista centro-izquierdista. Cúneo sirvió, hasta ahora, como portavoz comunicacional de este sector de la opinión pública; ¿se convertirá en un portavoz político efectivo de la dicha opinión pública disconforme, desencantada o decepcionada de la población, desfavorable a Cambiemos, tan bien como lo venía siendo desde el periodismo? Sólo el tiempo lo dirá, y dependerá de muchos factores, entre los cuales caben destacar la moderación discursiva y la búsqueda de apoyo de otras personalidades y espacios similares y afines, sin cuyo manejo útil y estratégico Cúneo pasará a ser, como lo fueron Masa o Randazo, otro opositor marginal, que particularmente carece de preparación académica adecuada y que confunde o ignora gran parte de las luchas simbólicas vigentes en el campo público: porque no es posible resumir o acotar los problemas actuales a un par de principios doctrinales -nacionalismo, populismo, soberanía nacional, lucha por los derechos básicos...-, sino que el hecho de que este periodista tenga en sus manos una significativa cantidad de apoyo, cariño y acuerdos, necesita ampliarse a manejar también las múltiples redes significantes, de palabras, símbolos y discursos, que circulan en el mundo político a todos sus niveles. Le hará falta también, como le hizo y le está haciendo falta a la oposición en su conjunto, la habilidad y la astucia maquiavélicas que, en manos de Duran Barba, le permitieron a Macri y a sus colaboradores conseguir el trono mayor; esto no implica ser santos, sino evitar que hayan sólo demonios; como dice Maquiavelo, "El mal se hace todo junto y el bien se administra de a poco." Pero sobre todo es indispensable dejar claro que lo que se busca es hacer retroceder las políticas actuales de ajuste que evitan reabrir los debates importantes y realmente necesarios, que deconstruyan la grieta entre kirchneristas y macristas, peronistas y no peronistas, y reconstruya la unidad popular y ciudadana en una trama tejida con paciencia, originalidad y creatividad, y que nos permita reconocer y delimitar no quién o qué es gorila y quién y qué no, sino cómo se inscribe, se presenta o se ausenta a la política. Si la política se vuelve presente, sabremos que estamos ante políticas y políticos responsables y críticos, pero si se muestra ausente y vacía, hemos de comprender que quien nos habla pretende no el final de los problemas sino el fin de la historia, de la política, el cierre de la grieta y la desintegración del tiempo.
Cúneo ha resignificado la política y el periodismo; se necesita un periodismo así, militante, que no es lo mismo que el famoso "periodismo patrullero" con el que tantas veces personajes ambiguos como Jorge Asís han podido esquivar la pregunta de la identificación política, diciéndose ser de centro, neutrales, apolíticos o liberales. Pero sólo si se sale a caminar, a decir, a expresar y a juntar a los unos con los otros, se podrá convertir el insulto manifiesto en palabra autorizada para nombrar los actuales descontentos y las actuales broncas comunes; como ya lo es en las canchas de football, en las calles y en las marchas populares, aún si el cantito "Mauricio Macri, la puta que te parió" sea un símbolo repulsivo para los dialogantes, bien o mal hablados, del oficialismo.
Notas: recomiendo encarecidamente los siguientes textos para hacer una lectura crítica de la situación mediática presente: Macri. Orígenes e instalación de una dictadura mafiosa, de Jorge Beinstein, Ediciones virtuales Waiwén, 2017; Ética de los medios de comunicación, de María Javiera Aguirre Romero, Herder, Barcelona, 2016; La concentración infocomunicacional en América Latina (2000-2015), de Martín Becerra y Guillermo Mastrini, Bernal: Universidad Nacional de Quilmes, Observacom, 2017. Y las siguientes obras del historiador italiano Enzo Traverso: ¿Qué fue de los intelectuales?, 2013; El totalitarismo. Historia de un debate, Eudeba, Universidad de Buenos Aires, 2001; El pasado. Instrucciones de uso: Historia, memoria, política, Ediciones Jurídicas y Sociales, S. A., Barcelona, 2007; y La historia como campo de batalla, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2012. También son muy recomendables los siguientes textos: Ecografías de la televisión, de Jacques Derrida, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1998; y Sobre la televisión, de Pierre Bourdieu, 1996.

domingo, 8 de abril de 2018

Juicio y proceso: en torno al caso Lula Da Silva

Sin duda es ya un hecho que los días 6 y 7 de abril del corriente año quedarán como días históricos en la memoria del vecino país de Brasil. La persecución, procesamiento y detención, con su momento final de prisión, contra el ex presidente Lula Da Silva, constituye todo un acontecimiento de dimensiones globales.
Es ya evidente para muchos -y especialmente lo es para nosotros- que Sergio Moro no pretendió hallar la verdad; esa supuesta búsqueda de la verdad, con medios y pruebas insuficientes, se instaló como excusa para la persecución política del ex dirigente brasilero. Mientras que para algunos miembros de la intelligentsia brasilera y argentina, se trata de una victoria del derecho y de las leyes sobre la corrupción y el populismo, alrededor de veinte mil personas rodearon ayer el sindicato metalúrgico en San Pablo para tratar de evitar lo que, finalmente, ocurrió: la detención y prisión de Lula; son aquellos intelectuales los mismos que, con su dedo acusador a un hombre que, salido de la clase trabajadora, llegó en dos oportunidades a ocupar el cargo de la presidencia de Brasil, tildan a todo aquel que defienda los intereses de los pueblos contra los de los sectores financieros y de las elites terratenientes del país, como populista y corrupto, mientras dicen "hacer justicia". Y no entienden estos mismos intelectuales la historia reciente de la región cuando, asombrados, miran con bronca y resentimiento a las grandes masas de personas que aún siguen a esos dirigentes políticos y sociales; personalidades como milagro Sala, Lula o Cristina Fernández.
En una ocasión diferente, hablando de los famosos juicios de Duremberg, en su libro Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo. Homo Sacer III, decía Giorgio Agamben, utilizando para su argumento la novela inconclusa El proceso de Franz Kafka, que la justicia contemporánea, cuando realiza juicios, ya no busca la verdad, sino solamente establecer un proceso, a través del cual imputa implícita o explícitamente al culpable. Así podía explicarse cómo, a pesar de dichos juicios a los nazis, así como el llevado acabo contra Eichman en Gerusalén, todavía en la actualidad, muchos de los exfuncionarios del gobierno Nazi y sus allegados continúan o continuaban libres; cómo a pesar de los juicios, tuvo que pasar mucho más tiempo para que se produjera una auténtica persecución e investigación de los responsables del genocidio al pueblo judío, y para que se realizaran auténticas transformaciones en la vida política del pueblo alemán.
Asistimos hoy en día, en cambio, a un uso y abuso desmedido del derecho en calidad de poder para realizar juicios y procesos a quienes, presumiblemente culpables sin saberse todavía si lo son, tanto aquí como en el resto de la región, se los persigue, acusa y, en casos como el de Brasil, se los encarcela injustamente. Si en la Argentina veníamos asistiendo a la espectacularización de detenciones arbitrarias y preventivas contra actores políticos y sociales opositores al gobierno nacional, en Brasil han conseguido, contra el pronóstico de muchos, detener y, efectivamente, encarcelar, sin pruebas suficientes, a quien junta en las encuestEBas alrededor de la mitad del apoyo popular y electoral de las mayorías brasileras. La construcción performativa de un juicio como procesamiento y encarcelamiento sin más de Lula lo convertirá en lo sucesivo, creemos, en el Nelson Mandela del siglo XXI. Y mientras el poder soverano discrecional del discurso jurídico y de la ley estatales avanzan sobre las garantías reales de la vida cotidiana de las colectividades humanas en el mundo, reaparece en todas partes, más ahora que nunca, la necesidad de plantarse y establecer luchas continuas y sin descanso de resistencia a estos poderes, que no son nuevos, que retornan como síntomas de una enfermedad histórica con antecedentes en las dictaduras latinoamericanas de los años 60, 70 y 80, y en los gobiernos neoliberales de los años 90, pero que incorporan elementos peligrosos: el apoyo masivo de los sectores medios y la confusiónn general de la población.
Apoyamos la excarcelación de Lula Da Silva, el regreso de la democracia y el final de la dictadura de Michel Temer en Brasil, y la celebración de elecciones abiertas, justas y democráticas en el vecino país.
Creemos que un pensamiento realista es uno que se implique e involucre con la realidad inmediata y cotidiana de los pueblos, con su historia y su cultura; un pensamiento comprometido, en nuestro caso, una filosofía comprometida, particularmente ahora con la situación política que vive la región, es la que necesitamos para reebaluar y criticar el mundo contemporáneo. Sólo si planteamos a la nuestra como una filosofía comprometida con la facticidad de la vida humana, y en este caso con su rama política, podremos iluminar el pasado, vivir el presente y prepararnos para el futuro; un futuro incierto y complejo, de luchas y resistencias, al cual habremos de mirar con sospecha, pero, también, con esperanza.
Nota:  son recomendables los siguientes textos: Golpe en Brasil, de AA. VV., 2016, que puede encontrarse en lectulandia; Vida precaria. El poder del duelo y la violencia, de Judith Butler, 2007; Seguridad, territorio y población de Michel Foucault, Curso en el College de France (1977-1978), traducido por Horacio Pons, México, FCE, 2006. Y, en efecto, los tres tomos publicados de Homo Sacer, de Giorgio Agamben: Homo Sacer I. El poder Soberano y la muda vida, Valencia, Pre-Textos, 2003; Homo Sacer II. Estado de excepción, Buenos Aires, Adriana Hidalgo editora, 2005; y Homo Sacer III. Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo, Valencia, Pre-Textos, 2000.
Dejo los links de los libros de Foucault y Agamben:
Foucault, Seguridad, territorio y población:
https://drive.google.com/drive/folders/0B2qUzEg9RaWYMjJodDVwTXZRY0U
Agamben:
Homo Sacer I. El poder soverano y la muda vida:
https://drive.google.com/drive/folders/1pavp0b4-Jse4ME5szyb2zBrnZldCPGh6
Homo Sacer II. Estado de escepción:
https://drive.google.com/drive/folders/1pavp0b4-Jse4ME5szyb2zBrnZldCPGh6
Y Homo Sacer III. Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo:
https://drive.google.com/drive/folders/1pavp0b4-Jse4ME5szyb2zBrnZldCPGh6

sábado, 24 de marzo de 2018

Memoria, verdad y justicia: a 42 años del golpe cívico-militar de 1976, tres términos problemáticos

A cuarenta y dos años del golpe de Estado que condujo a la Argentina a la dictadura más cruel, sanguinaria y mortífera, una desdibujada grieta -casi real, casi imaginaria- vuelve ingenuas las polarizaciones conocidas en la política, y mientras el gobierno nacional silencia los monumentos de la memoria, ya por tercera vez desde su comienzo en 2016, grupos de la oposición, de izquierda, de derechos humanos y de organizaciones sociales varias marchan en todo el país, con el conocido lema que, a día de hoy, cuenta ya con cuarenta y dos años de existencia: "memoria, verdad y justicia".
Parece que una fecha histórica, que marca una ructura en la política argentina de entonces -1976- interrumpe la acostumbrada marcha de los acontecimientos de la vida cotidiana de los argentinos, y, a pesar de sus diferencias ideológicas, intelectuales y demás, en boca de la mayoría están estas tres palabras: "memoria", "verdad" y "justicia". Mañana, sin embargo, la historia continuará su curso habitual, y la intelligentsia seguirá con sus mismos discursos, mientras el resto nos seguiremos preguntando: ¿y ahora qué? Es decir: ¿qué pasará mañana con la economía, con los trabajos, con las tarifas, con los decretos? Para muchos otros, el de hoy es un día de descanso, un feriado más entre otros feriados, y sus mentes han perdido la noción del tiempo y, por tanto, de la historia; ya no tienen memoria, o si la tienen, es una memoria que se reduce a la familia, a los amigos y a sí mismo. Pareciera, entonces, que aún seguimos sin comprender lo que muchos quieren -y queremos- decir con esas tres palabras.
Porque, en efecto, ¿no hemos perdido la memoria al ver regresar al mundo político las prácticas antidemocráticas y represivas de los años 50 y 70, desde el Estado y bajo el Estado, algo que creíamos imposible de regresar? ¿No hemos perdido la verdad, al vivir en un mundo en el que ya no es posible tener por verdadero prácticamente nada, sino que casi todo es tenido por verosímil? ¿Y no hemos quedado sin justicia, al ver como, día a día, en nuestro país y en el mundo, aumentan la represión desde el Estado a las protestas pacíficas, la violencia institucional y parainstitucional desde la policía, por ejemplo, y desde los medios también, hacia las mujeres, los ancianos, los trabajadores, los sectores empobrecidos y los nuevos inmigrantes?
Asistimos a un momento en el cual la memoria se ha fundido con la historia oficial, en el que nada parece verdadero sino que todo resulta verosímil, y en el cual, además, el ideal clásico de justicia -ética, política y jurídica- se está derrumbando ante la realidad de un mundo caótico, empobrecido, mercantilizado y asediado por las catástrofes habmientales, las guerras en Medio Oriente, la manipulación masiva de información por grandes compañías y agencias de inteligencia, y por políticas que desamparan a los seres humanos afectados por ellas, y políticos que, en su mayor parte, ya no representan a nadie. Desde nuestro país, aquí mismo, hay quienes, ya desde el 2016, se preguntan cómo es posible el retorno de un campo de prácticas y discursos que, entre finales del 2001 y comienzos del 2003, parecían haber desaparecido para siempre; cada vez son más los que, desde distintas disciplinas y sectores, y desde diferentes perspectivas políticas, pronostican un retorno paulatino a la crisis del 2001; esos intelectuales, decía, se preguntaban, y continúan preguntándose, cómo fue posible semejante retorno de los neoliberalismos en la región, la asunción al gobierno de los Estados Unidos de Donald Trump, y el regreso a la política mundial de discursos xenófobos y racistas, entre otras cosas.
En su más reciente trabajo, Crítica de la víctima, Daniele Giglioli dice algo interesante, que echa luz sobre estos problemas, especialmente al referido de la relación entre historia y memoria: "el que está condenado a repetir el pasado no es quien no lo recuerda, sino quien no lo comprende." (Giglioli, 2017, p.11). ¿Por qué, entonces, pareciera que, a pesar del golpe del 76, a pesar de la crisis del 2001, a pesar de los repetidos esfuerzos de grupos de derechos humanos de evitar que se repitan la crueldad y el horror del pasado, estuviéramos condenados a repetirlos? ¿Y por qué pareciera que, llegados a este punto, por otra parte y razones, la odiada y falaz teoría de los dos demonios, la teoría oficial de la historia y la memoria del alfonsinismo, pudiere convertirse muy pronto en la teoría oficial sobre la historia de la dictadura cívico-militar de 1976-83 del actual gobierno, aplicada en la práctica mediante una supuesta pero indeseable ley que legitimaría, en lo subsecuente, una guerra sistemática al narcotráfico en el país, justificando nuevamente las desapariciones y muertes que hoy aparecen bajo el nombre de gatillo fácil? No es que, según parece, el pueblo argentino no recuerde, lo cual, de ser el caso, invalidaría las movilizaciones masivas durante el intento de renovada aplicación del 2X1, sino que no comprende; y bien saben muchos que, en verdad, fueron las quince muertes del gobierno radical de De la Rüa, acompañadas por las imágenes de los saqueos a nivel nacional, todo ello con el Estado de sitio de fondo, lo que impulsó a la mayoría de la población a quitarle la legitimidad a dicho gobierno, junto con sus prácticas, en vez de alguna explicación de lo sucedido, más allá de lo que todo el mundo cree saber acerca de la extremación de la crisis económica con métodos neoliberales, comenzada por el gobierno militar en los 70, ilegítimamente, y por el menemismo de manera legítima, en los 90. Lo cierto es que aún son muchas las explicaciones -o interpretaciones- que diferentes analistas ofrecen sobre qué y por qué aquella crisis estalló y se manifestó en masivas protestas en todo el país. En el caso de la última dictadura, aún es hegemónica la explicación que, entre otros grupos de derechos humanos, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo ofrecen; pero después del asesinato y desaparición forzada de Santiago Maldonado y del asesinato de Rafael Nahuel por la espalda, ambos excusados impunemente por el gobierno nacional y, se presume, organizados por él, ya no es seguro que dicha explicación sobre la desaparición masiva de personas se mantenga como la más aceptada.
La memoria se mantiene fresca, pero está en peligro de ser manipulada para su olvido sistemático por parte del gobierno nacional; la verdad y la justicia penden de un hilo, e incluso la misma justicia, tan largamente exigida y conseguida, aún si es parcialmente, puede que esté en vías de desaparecer. Es por esto, y por todo lo anterior, que al lema "memoria, verdad y justicia" falta agregar un cuarto término, no menos problemático pero sí entendible y, quizá, fundamental y principal: el de la comprensión. Porque si con la memoria se recuerda, antes que nada y ante todo, con una historia crítica, con políticas y aportes humanísticos y filosóficos críticos, el mundo común se conoce y comprende, se lo debate y revisa; al pasado es necesario tanto comprenderlo como recordarlo, porque si solamente se lo recordara ya esto mismo sería siempre insuficiente; porque la memoria, como también la historia, es selectiva, y sólo la crítica y la pluralidad en perspectivas y realidades, podría evitar que olvidemos la razón de la selección, y así lograr, también, vivir en un mundo donde alguna razón selectiva, que configura memoria e historia, se nos presente, tal vez no como verdadera, pero al menos sí como válida, superando el relativismo de cualesquiera discursos e historias verosímiles de los medios concentrados de comunicación.
No hay que olvidar, hay que recordar, que saber y que vivir con justicia, pero también hay que comprender, porque si no el recuerdo, el saber y la justicia se vuelven nociones vacías, representantes de ideas fijas y faltas de auténtico sentido teórico, práctico y crítico. También para esto está la filosofía, que habilita la crítica, como todos los demás saberes, y, especialmente, la duda.
Nota: muy recomendable es para estos debates el libro más arriva citado, Crítica de la víctima, de Daniele Giglioli, Barcelona, Herder Editorial, S.L., [2014] (2017), traducción de Bernardo Moreno Carrillo. La perspectiva de este autor italiano insiste en deshabilitar los términos "inocencia" por parte de las víctimas, y "culpa" por la de los victimarios, que lo fueron en el pasado, y reemplazarlos por el de "responsabilidad", otorgando a cada actor su propio grado de la misma, condenando a los criminales sin expulsarlos para siempre del mundo de los seres humanos y permitiéndoles, así, el arrepentimiento y el cambio de su conducta; otra de sus conclusiones principales es la de que es posible extender el dolor de las víctimas hasta sus hijos y ñetos, pero no más allá, porque entonces el dolor es un modo de gerarquía que da poder y autoridad a quienes no experimentaron el sufrimiento real. A este autor podría replicársele que, a diferencia de lo que ocurre en otros países del mundo como Alemania, aquí aún es posible el olvido, incluso en Italia, donde las víctimas de la mafia son tan actuales en ese país como las del gatillo fácil en el nuestro. Pero puede ser útil su lectura a la hora de volvernos al caso de la desaparición del Ara San Juan y de sus cuarenta y cuatro tripulantes, cuya trágica desaparición parece que, del lado del gobierno nacional, vaya a quedar silenciada.

lunes, 12 de marzo de 2018

Merlí: profesor escandaloso, filósofo despierto

Durante los últimos tiempos, ha aparecido una nueva serie que desde España está cautivando: Merlí.
Se trata, como muchos ya sabemos, de un profesor fuera de lo común, que se vuelve profesor de su propio hijo en la preparatoria, es amistoso con los alumnos y poco dado a los convencionalismos.
Sin embargo, quizás muchos espectadores argentinos de la serie olvidan o ignoran que no es la única serie filosófica que alguna vez se ha escrito: hasta el 2015 en Canal Encuentro se transmitían Mentira la verdad, programa producido y escrito por Darío Sztajnszrajber, y Filosofía aquí y ahora, por José Pablo Feinmann. programas ambos que se dedicaban y estaban dedicados a la difusión de la filosofía. ¿Qué trae como novedad la nueva serie de Netfflix? En Mentira la verdad, su protagonista, Darío Sztajnszrajber, introduce a su audiencia en temas y problemas clásicos de la filosofía a través de dramas teatrales, en los que participa acompañado de otros actores, gente desconocida; en Filosofía aquí y ahora, por otro lado, Feinmann explica un poco de la historia de la filosofía y se vale para ello, diferentemente del anterior, de explicaciones que son acompañadas por videos, frases e imágenes que configuran todo un documental. El caso de Merlí es muy distinto a los dos anteriores: Merlí, el profesor y protagonista de la serie omónima, no se dedica únicamente a explicar un tema, ni las actuaciones que protagoniza son incidentales; es un personaje más de entre otros, con los que se relaciona especialmente, como lo haría un profesor (¿) en la vida real, en un instituto de bachillerato español. Los capítulos forman parte de un auténtico drama de comedia, que suelen comenzar con Merlí presentando y explicando a un filósofo en particular-Sócrates, Platón, etc.-, introduciendo tanto a la audiencia como a los estudiantes, en sus teorías e ideas propias, explicaciones que continúan a lo largo del episodio, mientras la vida cotidiana de estudiantes, docentes y padres de familia transcurre sin pausa.
Como en la "vida real": chicos y chicas que se conocen, discuten y se meten en problemas, de los cuales, a veces, el mismo protagonista participa, en las clases y en los recreos, en las aulas, en el patio y en la sala de profesores, por ejemplo, y también en las casas de los estudiantes y del protagonista. Pero eso no es todo: como en toda buena serie televisiva, en la cual los personajes forman parte de una trama que crea sus propias reglas y su propio campo de verosimilitud, las cosas no son nunca tan simples; Merlí no es una persona "políticamente correcta", está separado, vive con su madre y su hijo adolescente, el cual es gay, en sus clases tomar apuntes es lo de menos, y profesores y estudiantes en todo el instituto o no le tienen confianza o piensan que es arrogante y raro. En verdad, la serie misma se encarga de sacar a relucir todos aquellos aspectos molestos de la gente, y el profesor Merlí no pierde la ocasión de tener una cita con la profesora de inglés a plena luz del día, o en recibir quejas y críticas muy duras de sus colegas; ¿y cómo son los demás personajes? por sólo mencionar algunos, podemos anotar: están Iván, un chico que padece agorafobia; Pol, conocido por haber repetido dos cursos; Joan, con un padre abogado conservador y exijente; Mónica, una chica atractiva e inteligente que pronto se hace famosa por un video porno que circula en el colegio; Berta, una chica conocida por ser rápida con sus citas; o, por si la lista anterior no vasta, Bruno, el hijo del protagonista, que oculta a todo el mundo que es gay, y que no soporta a su propio padre.
Una consideración aparte merece el modo particular de Merlí de dar clases: para hablar de los peripatéticos, lleva el primer día a los chicos a dar un paseo por el colegio, hasta llegar a la cocina, excuzándose de ello diciendo que los ha llevado allí porque cree que "el cerebro es como la cocina del ser humano"; cuando habla de Sócrates, efectivamente llega a decir que los prejuicios y valores tradicionales de la familia, que siguen manteniendo los padres de los alumnos pueden irse a la mierda; y cuando se dedica a Schopenhauer, no duda en llamarle la atención a una alumna que se dedicaba a pintar su banco durante las clases, diciéndole que tomar apuntes así es sucio, "como follar con tu nobio teniendo el gato en la cama", y cosas semejantes.
¿Se cumple entonces el deseo de Nemrod Carrasco, profesor asesor en la escritura del guion de la serie? Dice él en una entrevista: "La serie pretende rescatar esa dimensión mágica que tiene la palabra Merlí y contraponerla a esta cara más burocrática del paradigma educativo"; ¿se contrapone, entonces, Merlí a "esta cara más burocrática" del paradigma educativo vijente en España y en el resto del mundo académico occidental?
Sí y no; sí, porque el protagonista es alguien fuera de lo común, que falsea todos los convencionalismos del modelo de profesor de filosofía; y no, porque sus clases no dejan de ser, en rigor, tan académicas como lo son las que, en realidad, tienen lugar en cualquier centro de estudios superior en el mundo. Incluso hemos de afirmar que los contenidos son insuficientes, aún si se trata simplemente de alcanzar algunas ideas básicas a una audiencia multifacética y formada en su mayor parte por jóvenes y adultos que o bien ejercen alguna profesión como la de ser docente de alguna asignatura en un colegio o universidad, o bien asisten como estudiantes a alguno de dichos centros. Por sólo dar un ejemplo, Merlí atribuye, en el episodio dedicado a Maquiavelo, la frase "el fin justifica los medios" al florentino, siendo que se trata de una frase apócrifa; durante el mismo incluso llega a decir que el italiano justifica el mal de los políticos, porque es con el uso del mal como mucha gente poderosa consigue lo que quiere, mintiendo y haciendo maldades, cosa que no es del todo falsa, pero que reduce el pensamiento maquiaveliano a un despotismo desmedido, y no considera que, por ejemplo, el florentino indica al príncipe que debe ser temido y no amado ni odiado, o que es mejor para él, siempre que pueda tener de su lado al pueblo y no a los grandes, si tiene que elegir en un momento apremiante.
Empero, la serie cuenta con una ventaja, y se trata de algo que, al menos hasta aora, no se había visto en este tipo de programas: no sólo se muestra la realidad cotidiana de los personajes de un modo desenfadado y sincero; la intención de la serie, así nos lo ha parecido, es y sigue siéndolo, interesar al público en la filosofía, mostrando su influencia no tanto en la historia occidental como en nuestras propias vidas, salvándola del conocido prejuicio de que se trata de algo inútil, y así por ejemplo Merlí llega, incluso, a cumplir las funciones de padre, psicólogo o consejero de pareja de sus estudiantes, que en la mayoría de los casos sienten que sus vidas no tienen sentido o que estudiar en la escuela carece de sentido; entonces aparece Merlí, y como si de un mago se tratara, abre puertas y caminos a sus dudas y problemas; su ironía y franqueza desmedidas joden la paciencia de sus alumnos y de su hijo en más de una ocasión, pero también les hace reflexionar y enfrentarse a sus problemas. Paradigmático (¿) es el episodio dedicado a Guy Deborn, donde el mismo Merlí le dice a Mónica que deje de esconderse y enfrente su situación; el que había mandado el video a los demás dentro del instituto termina por confesar, y todos demuestran el ridículo del problema quedando en ropa interior en plena clase del protagonista.
Todo verosímil desafía, en fin, lo verdadero; y mientras en la "vida real" parecería cumplirse el famoso principio enunciado por Todorov de que lo verosímil no es verdadero y lo verdadero no es verosímil, al interior de la serie se establece otro diferente: la filosofía ya no busca descubrir la verdad -por lo menos no la Verdad con mayúscula-, sino la verosimilitut, y así lo que es verdad en la vida cotidiana "real" e inverosímil en el imaginario de la ficción, se torna una verdad entre otras, transformándose en una doble verdad que es tanto verdadera como verosímil. Gracias a que la hipótesis original de la serie funda el filosofar en la búsqueda de la verdad dentro de un campo propio de verosimilitud, en vez de buscarla o bien en el mundo o bien entre los sujetos, se vuelve posible, deseable incluso, que la filosofía se aplique al mundo cotidiano de los personajes con una facilidad que no suele encontrarse en la vida cotidiana de los seres humanos reales y existentes. El problema es: ¿es igual de posible y deseable esa misma estrategia del filosofar en nuestro mundo inmediato y real, más allá del mundo verosímil de la propia serie? Posible no, porque no parece probable la aparición en nuestro mundo de una pracsis y una metodología pedagógico-filosóficas de alguien como Merlí; ni siquiera deseable, puesto que la extravagancia del mismo protagonista no es aceptable en el campo de sentido de un colegio secundario o de preparatoria común y corriente. Hasta que el propio Merlí aparezca por primera vez en la vida cotidiana de los alumnos y profesores del instituto, casi nadie cree posible ni considera deseable conocer ni compartir la actividad de alguien tan extrambótico como él; se trata, en todo caso, de una construcción original de un personaje auténtico que irrumpe en y sacude la vida de los demás, dentro de una cosmovisión reducida de lo humano (ejemplo de ello es la completa ausencia del debate político dentro de la serie, considerando que el protagonista enseña filosofía y no ciencias políticas, aún si intenta mostrarles a sus alumnos que la fuente de todo filosofar es política, pero sigue siendo una pasión política ambigua, que se limita a desafiar lo establecido sin criticarlo en todos sus alcances).
¿Qué nos queda a nosotros, los espectadores? No es un simple acercamiento entre otros, sino de una llamada de alarma a todos, jóvenes, adultos, padres, hijos y docentes, a que intentemos y nos atrevamos a ser humildes, a relacionarnos verdaderamente con los demás y a decir y enseñar de otra manera las mismas ideas, a mostrar con otro tacto, el particular de los estudiantes adolescentes de una preparatoria española, con la calidez y el realismo de nuestro siglo XXI y en nuestros propios contextos, cosas que se han descuidado mucho hasta ahora y que, quizás por primera vez, se reflejan en una serie de televisión.
Si en Mentira la verdad una supuesta filosofía apolitizada se transmitía a través de su escenificación dramática, y en Filosofía aquí y ahora el disenio documental configuraba y significaba la única estrategia explicativa, prefigurada por una intelectualidad y una teoría política no enunciadas -marxismo, peronismo, kirchnerismo-, en Merlí la novelización desdramatiza y desplaza así el papel del filósofo y de la filosofía del lugar de autoridad que otorga el papel de autor, anclados a la trama y a la narrativa sólo en su encarnación como herramientas del protagonista y no ya como los protagonistas ellos mismos; de modo que ya no son ni el filósofo ni la filosofía los que cumplen el papel principal y encarnan protagonistas de una obra con otros personajes incidentales; ni tampoco es ya la política y la historia los que dan pie a un discurso más o menos coehrente y unívoco; en cambio, con Merlí asistimos a una serie en la cual el protagonista es alguien extrabagante, que conserva los rasgos característicos de una persona de clase media española, con los defectos y virtudes de cualquier profesor de filosofía de carne y hueso, y en la que, además, tanto los espectadores como los alumnos ficticios participamos del proceso de enseñanza-aprendizaje, que devuelve a la filosofía al mundo real y cotidiano, a las calles, a los colegios y centros de estudio medio y superior, e incluso a las discusiones habituales entre compañeros, amigos, colegas y familiares, cumpliendo así -si bien a medias- el sueño socrático de conversar, refutar e incomodar con y entre todos, como lo hiciera el mismo Sócrates en las calles de Atenas.
Asistimos por fin, de una manera inédita y original, no sólo a la renovación de la enseñanza de la filosofía en el nivel medio, sino también y sobre todo, a un nuevo modo de mostrar la actividad filosófica en el mundo, uno que no es reductible a la didáctica, que excede los lineamientos clásicos de cualquier programa televisivo, y que recoloca a la misma filosofía tanto en su lugar clásico como saber primero y preponderante al tiempo que como un saber entre otros; un modo de mostrarla -a la filosofía-, al fin, como un saber auténticamente útil entre todos los demás tipos de conocimiento, aún si su utilidad se reduce, sencillamente, a permitirnos ejercer y organizar, de una forma inteligente y responsable, la duda.
Notas: un fragmento de la entrevista a Nemrod Carrasco puede encontrarse en el suplemento Educación del diario La Capital, accediendo al siguiente enlace: https://www.lacapital.com.ar/educacion/cuanto-mas-muerta-parece-la-filosofia-aparece-merli-y-la-resucita-n1562118.html. De Maquiavelo es muy recomendable la lectura de su famoso libro El Príncipe. Acerca del problema de lo verosímil, véase: AA. VV., Lo verosímil, 1972, especialmente los artículos El efecto de realidad, de R. Barthes, pp.95-101, y Lo verosímil que no se podría evitar, por T. Todorov, pp.175-179. Un libro que examina la utilidad de la filosofía en el currículum escolar en España es Huérfanos de Sofía, por Varios Autores, 2014. útil para la enseñanza de la filosofía en relación a la vida cotidiana, y especialmente al reflejo de la misma en ciertos programas televisivos, es Los Simpson y la filosofía, de Varios Autores, 2001. También es muy recomendable el libro, de reciente aparición, Juego de tronos y la filosofía, de William Irwin y Henry Jacoby, traducido por Rosa Sanz, 2012.

lunes, 19 de febrero de 2018

¿Qué es la filosofía?

Hoy en día, cuando el sentido común de la mayoría estima muchísimo los oficios y profesiones tecnológicas y técnicas, mientras aún, a pesar de todo, sigue teniendo para muchos gran relevancia el conocimiento que aportan las humanidades, pocos se dedican a algo tan difícil de definir, y cuya naturaleza y alcances están lejos de contar con algún consenso entre los propios interesados en estos temas, y son menos aún los que la difunden fuera de los ámbitos propiamente académicos, siendo aún menor la cantidad de personas que, fuera de sus prácticas y lejanos al conocimiento de su historia, le encuentran sentido, utilidad o interés como para confiarle a esta extraña y casi misteriosa práctica académica la educación de sus hijos, la búsqueda de respuestas a sus problemas económicos, la resolución de las preguntas sobre la política o la historia, mucho menos, por supuesto, la fuente de los conocimientos de las ciencias más "serias", como la física, las matemáticas o la astronomía.
¿De qué sirve, en fin, estudiar filosofía? Es cierto que con la filosofía uno no puede armar un microondas, arreglar una computadora, hacerse rico, ni siquiera descubrir una nueva ley de la física cuántica o resolver un viejo problema matemático. Así puestos, pareciera que no posee ni utilidad práctica ni teórica, porque ni nos puede servir para hacer más confortable nuestra vida cotidiana, ni tampoco para dar un paso más en el camino de la ciencia, ya que con ella no podríamos encontrar un nuevo planeta, ni responder suficientemente la pregunta de ¿estamos solos en el universo? ¡Qué cosa más inútil!
Sin embargo, topamos con un acontecimiento que no deja de ser sorprendente: a pesar de su aparente inutilidad, vemos cómo la filosofía y los filósofos siguen contando a día de hoy, con un gran prestigio y autoridad en las academias de altos estudios del planeta. Incluso para la persona menos culta y con menos estudios, nombres como los de Platón, Aristóteles, Marx o Kant no son desconocidos; ¿quién no ha oído hablar del "pienso, luego existo" de Descartes? Y en boca de todos, como otro refrán, está el "sólo sé que no sé nada", en varias versiones, de Sócrates. Sin embargo, la mayoría de la gente, que desconoce la auténtica importancia histórica de estas cosas, suele estar al margen de la filosofía académica, y escucha todas estas cosas en boca de cómicos, humoristas o escritores, pero nadie parece pensar demasiado en qué hay más allá de esos nombres y dichos, y aunque todo el mundo conoce la famosa historia de Sócrates, cómo sus palabras, que sonaban raras y feas parecieron ofender a algunos cascarravias, cómo fue condenado a muerte y obligado a tomar la cicuta, resulta vastante evidente, por otra parte, que la vida de ningún ser humano puede ser tan breve y poco interesante que quepa en un par de palabras.
Es bien ilustrativa, para nuestra explicación, la siguiente anégdota con la que el filósofo español Manuel Cruz comienza la introducción de un libro suyo, Ser sin tiempo. El ocaso de la temporalidad en el mundo contemporáneo:

"Hace ya unos cuantos años, cuando mi hija todavía iba al colegio, plantearon en su clase la consabida pregunta acerca de a qué se dedicaban los respectivos padres. Cuando le llegó su turno, ella contestó que su padre era filósofo. Su compañero de pupitre, algo sorprendido por el exotismo de la respuesta, le reclamó mayor concreción: «¿Y qué hace tu padre?», a lo que mi hija respondió: «Mi padre piensa». Respuesta ante la cual el niño reaccionó como un autómata, exclamando: «¡Pues mi padre también piensa y no le pagan!».
He recordado muchas veces esa anécdota, bien representativa de una mentalidad, por desgracia, demasiado frecuente. En su candor (la verdad es que la criatura era bastante repelente), aquel niño manejaba dos supuestos que le parecían obvios. El primero, que la valoración económica de cualquier actividad está en función de la oferta y la demanda y, en consecuencia, algo que todo el mundo es capaz de hacer no debería merecer apenas retribución. El segundo supuesto era el de que eso que denominamos «pensar» hace referencia a una actividad homogénea, esto es, una actividad que no solo todo el mundo hace, sino que lo hace de la misma manera.
Tal vez resida aquí el quid de la cuestión, aquello que el angelito que compartía pupitre con mi hija daba absolutamente por descontado, y que resultaba todo menos obvio. Porque si otro niño de la clase hubiera contestado a la misma pregunta acerca de a qué se dedicaba su progenitor diciendo «Mi padre es cantante», probablemente a nadie en el aula se le hubiera ocurrido apostillar «Pues mi padre también canta en la ducha y no le pagan», porque de inmediato el resto de la clase se le hubiera echado encima haciéndole notar la diferencia abismal entre la calidad profesional de uno y el amateurismo del otro. [...] El filósofo, [...] no piensa en cosas distintas a aquellas en las que piensa el común de los mortales, sino que, pensando en las mismas cosas, lo hace de otra manera." (Cruz, 2012, pp.8-9).
Quizás en una ocasión semejante, la respuesta de la niña hubiera tenido que ser: no "mi padre piensa", sino "mi padre duda", a lo que, estoy vastante seguro, el niño no habría objetado lo mismo, porque el término "duda" no es tan simple ni resulta tan abarcativo como los de "pensar", "pensamiento". Al igual que lo que ocurre con otros términos, como "cultura", "sociedad" o "idea", se asume comúnmente que los seres humanos -todos los seres humanos, así parece- tenemos cultura, vivimos en sociedad, tenemos ideas y, por extensión, pensamos.
Las famosas frases de Sócrates y de Descartes tampoco surgieron de la nada, ni pueden reducirse simplemente a su literalidad, como simples fórmulas hechas, que pueden iniciar un tema de conversación entre amigos ("¿qué te parece el clima?", "¡Qué calor está haciendo!", "¿cómo te está llendo en el trabajo?", etc.), o como parte de un conjunto de claves que sirven para terminar una discusión, comenzar una seción de chistes o convencer a alguien de que se tiene la razón ("el tiempo es oro", "el dinero es la clave del éxito", "hay que ser feliz", etc.). En el caso del primero, se trata de una conclusión a la que bien habría llegado el ateniense tras siglos previos de predominio de formas de vida y de pensamiento más simples en su inmediatez, para las que bastava creer en los dioses tradicionales de la religión griega, haber leído a Homero y conocer y recordar con cierto detalle los relatos míticos de jestas, luchas y disputas entre seres más que humanos, con los que se explicaba el origen de todo, el orden del universo y, en última instancia, la vida terrenal se llenaba con la participación pública en las representaciones periódicas de dichos relatos; sin embargo, con el surgimiento posterior de las polis, y con la breve pero importante época de predominio de la democracia, sin guerras o peleas con otras regiones griegas o extrangeras, en Atenas, crecieron tanto la participación pública en los conflictos políticos, así como la necesidad de educarse para ello. Aparecieron, entonces, los sofistas, con orígenes diversos que se remontaban a antiguos poetas y hombres de sabiduría, que enseñaban a cómo discutir persuasiva y convincentemente para ganar las discusiones en el Ágora. Así pues, con una serie de sabios e investigadores de la naturaleza por un lado, y el intercambio y lucha de discursos por otro, Sócrates intentó, según cuenta Platón, aprender de los últimos, a ver si podían enseñarle algo que fuera verdadero; empero, como todos caían ante las refutaciones de este extraño hombre, que no participaba en las discusiones públicas y que interrogaba a todo el mundo sobre casi cualquier cosa, algunos hombres poderosos pensaron que era alguien peligroso, denunciaron a Sócrates por no creer en los dioses y corromper a los jóvenes, creyendo que las cosas se calmarían una vez que, en pleno juicio, el acusado declarara su culpabilidad y pidiera ser exiliado, evitando su muerte. Pero según parece, como lo relata Platón en su Apología, Sócrates simplemente se declaró inocente, argumentando con sus abituales palabras que no había razones para que se lo acusara de tal cosa, y luego de la votación, el filósofo fue condenado a muerte. Los llamados discursos socráticos, por otra parte, que son la obra de juventud de su discípulo Platón, ponen al lector ante la refutación socrática, y los diálogos nunca acaban con una idea sobre el problema planteado, sino que queda abierta la interrogante por alguna razón o acontecimiento inesperado, que corta la conversación y deja dudando tanto a Sócrates mismo como a su interlocutor, que antes creía saber pero que, en verdad, y después de la prueba socrática, muestra y demuestra que no sabe.
En el caso de Descartes ocurre que el principio socrático es transformado en un axioma, es decir un principio que ya no puede ser revatido, y sobre el cual el filósofo basará todas sus ideas posteriores. Luego de estudiar extensamente a los clásicos, a los autores medievales y de descubrir en su tiempo que no se sabe más de cuanto sabían los antiguos, el francés busca librarse de toda esa ingente masa de lecturas, que llegan a parecerle inútiles; es cierto que cada filósofo dio su propia respuesta a qué es el principio de todas las cosas, pero nadie pudo decir que su respuesta era mejor que la de los demás. Descubriendo así que todo resultaba entonces dudoso, Descartes llegó a la conclusión de que, si era posible dudar de todo y nada parecía cierto, necesariamente tenía que haber algo de que no pudiera dudar, y ese algo era de que dudaba, por lo cual, si es que dudaba, pensaba, y si pensaba, entonces gracias a que pensaba, existía.
Hoy quizás volvamos a encontrarnos en una situación similar a las que enfrentaron Sócrates y Descartes, ya que después de las dos guerras mundiales, y de tantas cosas que han llegado a ocurrir en el mundo, hasta la ciencia oficial parece perdida, la economía oficial y clásica nos parece ingenua e inútil, y hasta los más grandes escritores, analistas de la política y escritores enmudecen ante la insistente pregunta: ¿qué nos ha pasado? Hoy resulta natural reírse de lo que alguien dice cuando ridiculiza a los políticos, porque ya nadie cree mucho ni ciegamente en los nobles principios y metas de quienes, con palabras que no muestran la realidad por su abstracción o su dogmatismo, un día salen a defender al pueblo, como otro se van de vacaciones y se olvidan de la gente por un rato, como quien se olvida de prender la televisión por un día o deja libre el fin de semana de facebook y sale a comer con los amigos, como si la gente fuera un cúmulo de cosas útiles o inútiles, que a veces entienden lo que dicen los que saben, y a veces no, aunque por lo general quienes se llaman a sí mismos economistas, analistas y conocedores de los problemas, al igual que ocurría en tiempos de Descartes, ni se ponen de acuerdo en mucho de lo que dicen, ni nos muestran un milímetro más de luz en medio de la oscuridad. ¿No será que son ellos los que no saben, y así los ignorantes son más sabios, porque no saben y lo admiten, en cambio los que desean el poder no saben, pero tienen que hacer como si supieran, para que les den la razón y los votos?
Aunque los problemas de la política suelen presentarse como algo mucho más complicado que eso, al menos lo que hemos dicho hasta aquí hará que más de una persona de buen juicio -pero ¿qué será tener buen juicio?, ¿es posible tenerlo?- se piense dos veces lo que está haciendo antes de seguir haciéndolo, al menos que un buen día, sin sospecharlo siquiera, puede que se despierte transformado en el personaje de Neo de Matrix o en la cucaracha gigante de La Metamorfosis.
Entonces, ¿para qué sirve la filosofía? ya sabemos para qué: para dudar. Ahora bien, ¿qué es la filosofía? No agoviemos más al cansado lector de estas líneas, y antes de continuar en una dirección aburrida y larguísima, que equivaldría a cuatro o cinco horas de clases de introducción a la filosofía, digamos simplemente que, para hacer filosofía -Kant decía que no se aprende a ser filósofos, se aprende a hacer filosofía-, si aún no somos máquinas con un cerebro y cuatro extremidades, con las que nos levantamos de la cama y comenzamos el día, es decir si aún no nos hemos convertido en una extensión mejorada de nuestro reloj despertador, para hacer filosofía es imprenscindible: asombrarse de lo que nos pasa y de lo que vemos que pasa a nuestro alrededor, dudar de lo que creemos y de lo que nos han dicho siempre, y vivir al límite, para evitar que nos convirtamos en esas máquinas parlantes que eran los sofistas.
La filosofía no es solamente, como lo indica su nombre, amor al saber; ante todo es amor al preguntar;sólo por eso el filósofo nunca se aburre, no importa cuántas respuestas reciba, porque sus dudas y preguntas no cesan nunca.