sábado, 9 de junio de 2018

Tocar fondo: la vuelta al fondo de la economía argentina

El jueves pasado se oficializó el regreso del país al FMI; un acontecimiento previsto por algunos semanas atrás, que marca un nuevo avance de las políticas neoliberales de Cambiemos, y un nuevo retroceso de la economía real para los sectores mayoritariamente vulnerables de la Argentina.
Nótese que el término "fondo" suscita distintas acepciones, y la idea oficialista que denotaría -falsamente- "fondos de inversión" es sólo uno de sus múltiples significados posibles. Así, por otra parte, la sigla FMI significaría, según algunos ingeñosos periodistas opositores y pesimistas, no tanto -o solamente- "fondo monetario internacional", sino también "fábrica mundial de indigentes", y además, por qué no, "fondo mundial de inversión", según el gobierno nacional, como también podría llegar a indicar, también para los menos optimistas, "fábrica mundial de infelicidad", o incluso "fondo mercantil infinito", por ejemplo. Nótese, por ello, que para el sentido común, al cual la palabra dicha en singular, que peca de univocidad significante, no termina de convencer ni, si es posible, de engañar: puede indicar "tema de fondo", "idea de fondo", pero también "pozo sin fondo".
En efecto, como empresa global que pretende financiar y financiarizar las relaciones internacionales entre las naciones, el Fondo no quiere ni quisiera, por supuesto, ser una parte en un todo mayor, un banco entre bancos, ni mucho menos el último de los recursos financieros: el Fondo no quisiera, aunque así es, "estar al fondo" en tema de negocios de deuda mundial. Para "estar en el centro" de la escena, en vez de ser su fondo, es difícil para esta máquina de endeudamiento global, aparentar la inocencia que los gobiernos capitalistas y de derecha de las grandes potencias buscan atribuirle; si fuera otra vez, como en la época del resurgimiento de los populismos latinoamericanos entre 2003 y 2013, un organismo periférico entre aquellos que, como la CIA o la UE corrían el riesgo de perder la hegemonía en el juego de fuerzas por encabezar la lista de los sistemas que iban a manejar el mundo desde la caída del muro de Berlín y de la Unión Soviética en los 90, su resurgimiento hoy día podría ser fácilmente pasado por alto por las izquierdas de centro que, en los últimos años, se han convertido en los grupos mayoritarios opositores; estando nuevamente en el centro de la escena económico-política actual, ignorar su presencia se vuelve, si no imposible, un acto ingénuo por parte de las intelectualidades nacionales en América Latina. Invisibilizado en los diez años previos, su espacio era ocupado por la lucha entre los mercados estadounidense y chino desde la crisis en los EE. UU. en 2004 y la nueva crisis internacional de 2008; a nivel de la crítica cultural, literaria y filosófica, y fuera de los complejos debates de los académicos de la economía, el fondo se había convertido por entonces en aquel campo existencial del stablishment que, como el tiempo y el ser en San Agustín y Martin Heidegger respectivamente, poseía una referencialidad ambigua y que coincidía con la presencia o ausencia circunstanciales y locales de su influencia e insidencia en los campos reales de las economías regionales, cuando los gobiernos populares latinoamericanos eran abordados por el poder comunicacional, con una pregunta similar a la de los filósofos por el tiempo y el ser; en ese caso, podían decir: "si no me lo preguntan, lo sé; pero si me lo preguntan, no lo sé"; y bien podría haber sido formulada la respuesta más o menos como sigue: "si estamos endeudados por él, sabemos que estuvo ahí; pero si nos hemos desendeudado, aún si era patente que el fondo estaba y aún está ahí, mejor es pensar que no lo sabemos o, en el mejor y más feliz de los casos, es mejor no pensar en él, y en dejar de considerarlo como un agente serio de la economía que pueda traernos beneficios a todos".
Aquí y ahora, en cambio, está más presente que nunca, y su ignorancia hasta pocas semanas atrás por parte de la mayoría opositora nacional, demuestra su ingenuidad a la hora de efectivizar su llamada de alerta al avance cada vez más patente de las políticas oficialistas contra los derechos de las mayorías desfavorecidas. Si con la reapertura indiscriminada de las importaciones a comienzos del 2016, con la eliminación del cepo al dólar y el previo pago sumiso a los fondos buitres, los sectores más afectados de la economía bien podrían haber adoptado el silencioso pero eficaz lema de "nada importa pero todo se importa"; con la reciente oficialización de la vuelta al fondo -no digamos del fondo, la cual remite a los mismos inicios de la confirmación de Macri como nuevo gobierno en diciembre del 2015-, se nos antoja hoy otro, del cual la risa y el llanto son solamente dos de las tantas contradictorias emociones -positivas y negativas, de bronca y de impotencia más que nada- que inspirará su explicitación: "el fondo nos deja sin fondos", "el fondo es un pozo sin fondo" o, incluso, "hemos tocado fondo si es que hemos vuelto al fondo", por ejemplo. Justamente, los sectores medios se forman una falsa idea de lo que el fondo es hoy, si es que llegan a admitir la engañosa invitación oficialista de que el fondo, siempre malo hasta ahora, se ha vuelto, de repente y sin mayores explicaciones, bueno y solidario; el fondo no viene al país, como ya bien lo han podido confirmar los países europeos que han aceptado sus recetas y se han endeudado por ellas, con sus crueles efectos resultantes -España, Italia, Grecia o Portugal-, a prestar fondos, sino a crear en la economía actual y futura, un nuevo pozo sin fondo, un vacío económico-institucional que incidirá en un progresivo y catastrófico aumento de la deuda externa y de la crisis financiera real, cuyo inicio histórico se remonta, como ya sabemos, al conflicto del segundo gobierno kirchnerista con el campo en 2008, cuando la masiva fuga de capitales al extrangero por parte de las grandes empresas y su futura rentabilidad en off shores en países que son históricos paraísos fiscales -o cuevas fiscales, como Santiago O'donell propone nombrarlos-, fue una manera de frenar los intentos de poner impuestos a los grandes exportadores, y cuya consolidación como fuga soberana se vio, espectacularmente, en las investigaciones hechas públicas mundialmente de los Panama Papers.
Un fondo que sólo reivindica su nombre, es decir que fondea, que crea más fondos, es decir más agujeros cuyo fondo es el remanente o resto de inversiones que están por desaparecer del territorio nacional, que no presta dinero sino que abre la puerta a la perpetuación condenatoria de los pueblos oprimidos de un endeudamiento in aeternum; recuérdese el fragmento de un estribillo de una conocida canción de rock de La Vela Puerca que dice: "viejo divino ¿adónde vas? ... Y de la mano sólo queda hoy un perro flaco y el fondo de un vino pa entiviar", y acá el fondo es un poquito de vino, que reconocemos que es lo que al pobre le queda después de una vida despreocupada, aunque en la actualidad descubre él mismo que es una vida vacía, miserable y sin futuro. El término "fondo" indica aquí, mejor que de ninguna otra forma, "resto" o, también, "vacío", y la posibilidad de su infinitud en el tiempo abre la contingencia humana del pueblo argentino a su más desdichada y confirmatoria caída en la nada, en esa arvitrariedad consustancial a una lucha por la vida y por la existencia en una naturaleza salvaje y en una sociedad aparentemente incontrolada, pero sutilmente dominada por un grupo que, en su ipocresía por gobernar mientras propugna la destrucción del Estado y de toda soberanía nacional vende, en su relato de marketing la noción falaz y funcional a sus intereses de clase, del individuo atomizado, ese sujeto autónomo y absoluto, que es su propio emprendedor. No es que el emprendedurismo en sí mismo sea malo, lo que ocurre es que en los microemprendimientos, en los que se busca aspirar a desarrollar una capacidad o acceder a un conocimiento práctico específico -elavoración de alimentos, por ejemplo-, generalmente tienden a ser temporales, funcionando como aparatos inconscientemente individualistas, que dividen a los grupos en sujetos autosuficientes, y los aprendizajes que se promueven en sus contingentes de personas suelen ser puramente utilitarios, acríticos y carentes de nociones y conceptos fundamentales para toda sociedad como "comunidad" o "solidaridad". El problema es que sus mecanismos suelen servir muy bien a los relatos de los libros de autoayuda o de liderazgo que, con sus lenguajes engañosos, pretenden llenar el vacío ideológico de las estructuras mercadistas y empresarias que, con sus nuevas estéticas capitalistas, completan una dimensión de postverdad falta de mejores respuestas formales a la política real. Su logro es efectivo porque, en un mundo sin criterios absolutos de verdad y de falsedad, donde las estructuras narrativas de historias particulares, relativas y puramente verosímiles, manejadas por medios masivos de comunicación, no pueden posibilitarle a nadie fuera de sus legitimadores oficiales, una base válida para elegir qué hacer, quién ser, cómo actuar o en quién o qué depositar sus esperanzas, deseos e intereses. En una realidad semejante, donde el pluralismo democrático de ciertos sectores intelectuales, o las ideologías de democracia radical, sociedad popular o libertaria de nuevos grupos políticos que aglomeran antiguas izquierdas o tendencias de librepensadores y de activistas sociales, son rápidamente descartados como posibles respuestas inmediatas a los problemas tradicionales o nuevos de la política, o excluídos de los debates hegemónicos por hallarse fuera de las grietas y divisiones acostumbradas en la actividad pública -izquierda o derecha, popular o conservadora, liberal o nacionalista, etc.-; en el cual el pragmatismo político invita a la mayoría a elegir siempre y solamente entre un relativismo que permite casi todo pero que se adecúa muy bien a todo, y un particularismo o singularismo que cae en las falencias de cualquier individualismo, por bueno u original que sea, y donde el universalismo corre el peligro de homogeneizar lo heterogéneo, ya no alcanzan los antiguos mecanismos electorales e institucionales para legitimar las diferentes prácticas; entre una ciudadanía que es atacada soberanamente por el gobierno de turno y convertida así en una unidad de pueblo, y una dimensión política signada por partidos, poderes estatales y fácticos, que interpreta a sus potenciales seguidores ciudadanos o bien como sumas de individuos o como masas uniformes, actualmente queda un único campo de referencialidad que puede servir como una herramienta efectiva para disminuir la brecha existente entre ambas partes del mundo público: las redes sociales en internet, cuyos nuevos grupos y páginas masivos pueblan de un modo nuevo el campo de los debates públicos. aquí también el FMI está ampliamente deslegitimado, es considerablemente repudiado y no parece que la mayoría de los usuarios internautas vaya a apoyar de un modo optimista a un gobierno que se autoexcuse con sus eslógans o a un congreso que convalide sus acuerdos de expolio a la mayoría ciudadana.
No por nada tituló Tocar fondo un capítulo de su libro Si esto es un hombre el escritor italiano, superviviente de Auschwitz, Primo Levi: los recién llegados, ignorantes de la destrucción total de la humanidad en ellos, suponían que acababan de entrar en un infierno, y pronto no había solidaridad patriótica o política alguna que consiguiera mantenerlos lúcidos frente al horror. Tocar fondo: la clase argentina en crisis, así se titula un libro sobre el 2001 de dos autores argentinos contemporáneos, José E. Abadi y David Mileo. No queremos que así vuelva a ser denominada la situación nacional, que por entonces presenció el corralito económico; entonces se declaraba el estado de sitio, aunque hoy también estamos en un estado similar, de abandono de la ley y del derecho, aunque ambos comparten una característica del estado de escepción del que habla G. Agamben en su obra omónima: en un vacío legal e institucional, se crea un nuevo campo político, donde la ley es que no existen leyes, y la norma es que no hay normas; la persecución, la represión, la desaparición y la aniquilación políticas están entonces permitidas, y el poder soberano sobre la vida y sobre la ciudadanía son la nueva norma que rige la acción social del grupo dominante. Todavía, empero, queda una soberanía por defender, la soberanía nacional y popular, la cual se encuentra hoy en estado de riesgo total, porque el territorio nacional corre el peligro de ser convertido en base de la inteligencia norteamericana; para poder asumir y superar una soberanía que, siendo la del pueblo, controle y sea la base para la soberanía estatal; sin este reconocimiento, el país entero corre nuevamente el riesgo de caer bajo la cadena económica de otra soberanía que no le es propia sino agena, la del FMI, y con ella también las cadenas de todos sus aseguradores, los bancos internacionales, las agencias de inteligencia nacionales y las corporaciones mediáticas y militares norteamericanos y británicos.

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