viernes, 26 de abril de 2019

Los límites del neoliberalismo: ¿por qué no al camino macrista?

El pasado domingo 21 de abril, con las elecciones municipales, provinciales y presidenciales a la vuelta de la esquina, Viviana Canosa le hizo una nota en la TV Pública a Mauricio Macri, quizás con la esperanza la una de respuestas, el otro de repuntes en las encuestas para su candidatura. De más está decir que la entrevista, arreglada como estuvo, fue todo un fiasco. Incluso, cuando la periodista, con sus sesgos evidentemente oficialistas, no pudo evitar interrogar al presidente sobre la pobreza en el país, su respuesta fue de lo más deplorable, al punto que los espectadores no supimos si se trataba de una broma de mal gusto o de un diálogo de sordos: en efecto, cuando a Macri le preguntó qué podía decir acerca de la actual situación nacional y local que gran parte de la población sufre en la pobreza, el presidente tuvo la desfachatez de responder que, en todo caso, los chicos pobres que van a la escuela, tienen que agradecerle a él y a su camarilla de ladrones, que pueden caminar sobre calles pavimentadas y que ya no conviven más con la mierda. Traducción: en otras palabras, que el pavimento de la calle, aún no siendo comestible, podría ser alimento para los pobres. Cuando, casi finalizando la entrevista, la periodista le preguntó hacia dónde vamos si él fuese reelecto, respondió que el camino económico actual, el único posible según su mirada, es el correcto; "cuando la gente piensa en la Argentina, piensa en China y en Estados Unidos", dijo. Traducción: cuando los sectores medios, y algunos intelectuales, tanto nacionales como extranjeros, piensan en la Argentina, se imaginan un país que guarda ciertas similitudes con la República Popular China, un país con rasgos claramente imperialistas, donde la saga dinástica y monárquica del viejo imperio ha sido reemplazada, secuencialmente, por un paradigma republicano liberal primero -de 1912 a 1925-, por la Revolución de Xinhay de Sun Yatsen, reemplaza ésta a su vez por un nacionalismo fascista, el ejercido por Zhang Kayzhek, y, finalmente, por el régimen comunista, cuyos únicos años de relativa cercanía con su pueblo fue de cortísima duración, de 1950 a 1966, cuando, con el Salto Adelante de 1953 primero y la Revolución Cultural de 1963-69 después, acabó por quedar cristalizado y se degradó al puro militarismo y la dictadura de partido único. Finalmente, y desde 1976, con la muerte de Mao, desde entonces hasta 1997, y de ahí hasta la actualidad, Deng Xiaoping llevó a China lo que acabó por denominarse capitalismo mixto, que es solo un nombre elusivo y estéticamente rentable para un régimen totalitario, donde el imperialismo económico, la élite del partido comunista y los grandes empresarios, confluyen para oprimir, como ya es clásico para un pueblo con más de tres mil años de historia, a sus habitantes, que no tienen derechos garantizados. Y Estados Unidos: un país que, gobernado hoy en día por Trump, soporta un régimen que ya nadie sabe bien qué nombre ponerle, populismo de derecha, fascismo, racismo yanky, pero en el cual el complejo tecnológico-mediático-militar-imperialista encuentra, si no su representante más acérrimo, al menos su mejor excusa para que nadie siga pensando que bajo su rostro se esconden otros intereses, con un muro al sur del país que solo aumenta las presiones internacionales a su alrededor.
Ahora, por otra parte, y por falta de tiempo, no nos dedicaremos a esbozar los orígenes del neoliberalismo, que en un futuro todo aquel que se digne llamarse a sí mismo intelectual comprometido con la realidad de la región estará obligado a realizar, pero si ahora nos dedicamos a esbozar sus límites, es porque entre estos y sus orígenes, una fina línea separa a ambos, a saber que los orígenes hablan de una arqueología o genealogía del pasado al presente, mientras sus límites deben mostrar, concomitantemente, cómo el presente no está lejos del futuro.
Si hemos llegado a pensar que mecanismos e instrumentos propios de los regímenes dictatoriales, autoritarios y totalitarios del siglo XX confluyen y resurgen, sintomáticamente, en el actual régimen de gobierno neoliberal, ello se debe a cómo la violencia económica, racial, social y política, por ejemplo, se manifiesta tanto desde los miembros y la estructura de la coalición gobernante, en el PRO y Cambiemos, como desde sus voceros intelectuales y mediáticos, con diferentes poblaciones objetivo: los pueblos aborígenes, el peronismo, las izquierdas, los trabajadores, los docentes de la educación pública, comerciantes y empresarios de PIMEs, entre otras, con una rama del paradigma biopolítico, a saber, la necropolítica, que arroja a la muerte sistemática a los sectores sociales que no pueden subsistir por sí mismos. No es lo mismo sobrevivencia que supervivencia; todo ser viviente, vegetal, animal o humano, nace en el mundo con ciertas condiciones y capacidades de supervivencia; tanto en la naturaleza como en la sociedad humana, deben estar aseguradas condiciones mínimas para la mínima supervivencia, lo que Aristóteles llamaba los bienes exteriores, ya que para el filósofo, para que un hombre pudiera alcanzar la virtud y ser virtuoso, para poder ejercer sus virtudes morales e intelectuales, primero necesitaba tener asegurados bienes exteriores como alimento, vestimenta o familia, por ejemplo. Pero sin medios que aseguren condiciones mínimas de supervivencia, a todo ser viviente lo único que le queda es sobrevivir, ya sea porque su medio de subsistencia se ve amenazado por la alteración natural o artificial de su entorno, porque una catástrofe medioambiental o social y económica lo arroja a la arbitrariedad de una realidad incontrolable, a la lucha por la vida y por la misma subsistencia. Y cuando esto ocurre, no hay selección natural o lucha por la especie que valga para justificar una catástrofe económica, social, cultural y política como lo representa el neoliberalismo de Cambiemos. Ello sin ignorar, por supuesto, otros regímenes cercanos espacial e ideológicamente al del macrismo, como el impulsado en sus diferentes fases tras el golpe al gobierno de Dilma Roussef en Brasil, primero por la gestión títere de Michel Temer, ahora por una especie de neofascismo por Bolsonaro; un retorno del conservadurismo en Chile o el mismo régimen racista y panamericanista e imperialista de Donald Trump desde Estados Unidos.
Por fuerza es imperioso buscar los orígenes de este retorno regional de los regímenes conservadores, que también en Europa expande sus tentáculos. Ya no se trata de explicar qué ocurrió o quiénes lo llevaron a cabo, sino del por qué y el cómo, el de dónde y desde cuándo. Tiene Cambiemos, sus orígenes, sus filiaciones, creemos, que en el pensamiento revanchista de la libertadora del 55, la doctrina económica y de seguridad nacional de la última dictadura cívico-militar del 76, así como en el golpe de mercado del 89 al alfonsinismo y los principios económicos, políticos y culturales del menemismo de los 90, con su consolidación durante el gobierno de De la Rúa entre el 99 y el 2001. Pero también implica haber fundido en su seno elementos tanto de dictaduras y democracia, por no ser, en su aplicación, efectivamente ni una democracia plena, porque lo es solo de forma, siendo la misma vaciada de su sentido y principios tradicionales, ni tampoco, a pesar de adoptar sus mecanismos represores contra marchas populares mediante la instrumentalización del aparato policial, una dictadura, porque ha suspendido de hecho, aunque quizás no de derecho, las garantías y libertades constitucionales. pero si hecho y derecho ya no son distinguibles, si legalidad e ilegalidad, legitimidad e ilegitimidad ya no son contrapuntos opuestos de disyunciones equivalentes y válidas, sino solo expresiones contradictorias de otra cosa cuyo nombre se desconoce y cuyas categorías suelen ignorarse, lo que queda es un estado de excepción, a saber, un estado de cosas en el cual lo legal, la constitución, los códigos y sus leyes subordinadas, están suspendidos en su aplicación, quedando inoperantes, siendo convertidos en puras formas de ley, mientras se aplica y surge en una especie de reglamentación arbitraria y momentánea, una fuerza de ley, en forma de decretos discrecionales. Un estado de excepción que queda revestido por nombres tales como estado de necesidad o de urgencia, mientras el pueblo y la oposición buscan hacer patente el estado mismo de excepción como estado de emergencia: emergencia alimentaria, económica, ambiental, tarifaria y social.
Empero, si la famosa grieta que el gobierno ha querido imponer en el imaginario social y cultural en los últimos tres años y medio va diseminándose en su cada vez más improbable confirmabilidad, como una pura categoría de política imaginaria, por otra parte, las marchas populares y las voces de intelectuales y opositores han intentado detener la violencia estatal y gubernamental que el gobierno utiliza para denostar y violentar derechos de la población. Una población política y económicamente expuesta, rebelada contra su precarización; invisibilizada pero que, mientras algunos pujan por su desaparición real y virtual, otros -y el pueblo mismo en su conjunto- luchan por su derecho a reaparecer y repolitizar los espacios públicos.
El neoliberalismo, que en su crítica por izquierda pero también en su aplicación, desde la derecha en el poder, muestra sus límites: formador de subjetividades atomizadas y de sujetos emprendedores de sí mismos, con paradigmas económicos que reducen los intercambios humanos a su absorción total por los mercados financieros, que no es más mercantilista sino que se ha vuelto mercadista, ya no hay para él capitalismo mercantil, como había durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, sino una lógica financiera sostenida en los discursos del marketing, para el cual la vida ya no vale nada, mientras vivir se torna imposible y absolutamente irrentable, demasiado cara la vida para seguir siendo digna, demasiado caro vivir, a menos que se acepte vivir sobreviviendo en condiciones de miseria. 
 Recuerda la aptitud del presidente, tomada por algunos periodistas e intelectuales del propio stablishment como infantil, a aquella particular promesa de campaña durante 2015 de que, cuando se equivocase, escucharía a los demás para corregirse a sí mismo. Sócrates y Confucio habrían admirado semejante aptitud, sino fuese que tal declaración habría de resultar ser falsa. En efecto, en sus Analectas, dice Confucio: «Un caballero que carece de gravedad no tiene autoridad y lo que ha aprendido es superficial. (...) Cuando comete una falta no tiene reparos en corregirla.» (Confucio, 1997, 1.8). Y en otra parte, dice: «En los asuntos del mundo, un caballero no tiene una posición predeterminada: adopta la posición que es justa.» (Confucio, 1997, 4.10). Sobre un discípulo que llevaba más dinero del que realmente necesitaba (arroz en la Antigua China), se dice que Confucio comentó: «Siempre he oído que un caballero ayuda a los necesitados, no que haga aún más ricos a los ricos.» (Confucio, 1997, 6.4). Incluso llegó a decir: «Un caballero debería avergonzarse si sus obras no están a la altura de sus palabras.» (Confucio, 1997, 14.27). Sí, es cierto que Confucio también justificaba al despotismo ilustrado y monárquico de su época, afirmando que los que ocuparan cargos públicos y en el gobierno central no tendrían que hacerlo por su nacimiento, sino por sus virtudes en el conocimiento, la benevolencia y el respeto a sus semejantes, al tiempo que estos siempre se hallarían, necesariamente, por encima del vulgo, pero lo que queremos recalcar aquí es la falsedad -o mala fe, si se admite que Macri declaró aquello en su campaña, es decir que realizó un acto declarativo y performativo, discursivo de habla- de la declaración del presidente, ya que un error es factible de ser corregido y quien se equivoca puede corregir su error sabiendo en qué se equivocó, y continuar adelante; Macri, en cambio, no se equivocó; su único error, quizás, sea el presentarse para ser reelecto, pero se trata de una mala táctica electoral, donde es la ineficacia de la acción la que se muestra errónea, no la buena o la mala fe de quien la realiza. Macri no se equivoca, vino a hacer "lo que hay que hacer", es decir, vino a representar con su voz y sus decretos, con sus declaraciones públicas y sus medidas, los intereses neoliberales, imperialistas y colonialistas de la élite que lo ayudó a llegar al poder. no es culpa de sus votantes, los cuales fueron sistemáticamente engañados en su mayor parte; al menos no de los votantes que lo votaron de buena fe; es responsabilidad de Macri y de todos los que colaboraron con él para que haya durado todo el tiempo que duró en el gobierno. Logró su efecto, ya que convenció a la suficiente cantidad de votantes de la población para que le dieran su voto, pero dichos votantes ignoraban la intención de Cambiemos, excepto por aquellos que, advertidos por los medios, intelectuales y partidos peronistas, de la izquierda o con memoria del 2001, que quedaron recortados de la ecuación del oficialismo.
Pero los límites -espacio-temporales, políticos, económicos y culturales- del neoliberalismo macrista también expresan los de otro ideal económico-político, a saber, el liberalismo clásico. Hay una disputa en el liberalismo contemporáneo desde la filosofía entre Rawls y Nozick; el primero aboga por un orden social liberal, sí, pero con un reparto equitativo -justicia social- de los recursos entre la población, junto con una normativa acorde con dicho orden social, mientras el segundo imagina que la asociación libre entre dos o más individuos, en cualquier época y lugar, daría paso a un liberalismo total, en el cual cualquier grupo de personas podría estar dispuesto a tomar cualquier decisión, ya que unos preferirían tomar determinado modelo económico o político, mientras otros no, etc. Por otra parte, y saltándose el ideal de Adan Smitz de una sociedad donde la mano invisible esté equilibrada con cierta solidaridad mutua entre los individuos, solidaridad que solamente podría darse de forma efectiva entre burgueses con el mismo nivel económico, ya que bien sabido es que, incluso entre dos personas que negocian el precio de un producto a ser empeñado, subastado o revendido en el mercado hay intereses en lucha, Carl Schmmmit criticaba al parlamentarismo liberal de su época, ya que el tiempo que se tarda en tomar una decisión a través de una cámara legislativa suele ser mucho más largo que el que lleva tomar decisiones por fuera, por lo cual los presidentes en el poder ejecutivo así como los dictadores y dirigentes totalitarios siempre han conseguido poner en práctica sus ideas y disposiciones antes que los congresos tuvieran el tiempo necesario para decidirse a apoyarlos o no. Macri no solamente no respeta a la oposición y se asegura de representar intereses de dominación sobre el pueblo argentino, resulta que también traiciona los principios liberales tras su propio partido, cuya posición liberal de origen le impediría precipitarse a declarar o decretar decisiones no aprobadas simultáneamente por el congreso nacional, así como sus nociones republicanas, porque vuelve inoperantes a las leyes, disponiendo en su lugar decretos excepcionales cuya única apariencia de tales se denota, apenas, en sus predicados discursivos, puro poder soberano y disciplinario.
El "único camino posible" que, según Cambiemos, nos permite "estar en el mundo" se prueba, así, no solo como falaz y antipopular, heredero de la última dictadura cívico-militar y títere de los intereses de instituciones como el FMI o la CIA, sino, además, como un mal camino, cruel y antidemocrático, que salva únicamente a sus promotores, los financistas y exportadores, mientras excluye y mata sistemáticamente al resto de la población. Un camino ante el cual alternativas como el peronismo nacional y popular, los movimientos social-libertarios, los partidos de la nueva izquierda o les intelectuales feministas y de otros grupos en defensa de la diversidad de los géneros, no puede ni conectarse, ni dialogar, mucho menos mantenerse en funcionamiento, a menos que ello implique su imposición forzada por encima de cualquier otra propuesta económica, política, jurídica, social y cultural de rasgos populares.
Si Franz Hinkelammert piensa al neoliberalismo de los 90 como un totalitarismo de mercado, en el caso macrista, como en otros de rasgos conservadores del resto de la región, algunos intelectuales de la centro izquierda y del peronismo -como Santiago Cúneo o Jorge Beinstein-, por ejemplo- coinciden en calificarlo de régimen mafioso que, a modo del nazismo y el stalinismo, como al de los líderes del narco contemporáneo, tiene en sus manos el control de una determinada población, extensible indefinidamente en el espacio y el tiempo según sus capacidades de dominio territorial. Hitler, por ejemplo, duplicó todos los ministerios y cargos diplomáticos durante el nazismo, por lo cual existían, simultáneamente, una embajada del Estado alemán y una embajada del partido nazi; Macri ha hecho esto una vez, con el ministerio de economía, el cual fue transformado en dos ocasiones, siendo ampliado a ministerio de economía y finanzas en la primera, con una tercera ampliación a ministerio de economía, finanzas y deportes de la nación, en la segunda. Su particular forma de desplazar funcionarios de ministerios a presidencias del Banco Central, sus notas y conferencias idénticas en su contenido, en las cuales la separación de la realidad y la producción sistemática de un relato ficcional para explicar la situación nacional del dólar y de la inflación, por mencionar solamente algunas de las decisiones del presidente y de sus allegados, son similares y hasta equivalentes a veces, con decisiones afines en los regímenes antes mencionados. El asesinato y desaparición forzada de Santiago Maldonado, así como la desacreditación de la complicidad con el Reino Unido en el hundimiento a punta de misil del Ara San Juan, la represión ya cotidiana y automática de la policía a las marchas populares, son formas en las que mecanismos de terrorismo de Estado resurgen como herramientas de legitimación de la violencia de un régimen en el cual capitalismo financiero, autoritarismo político y control mediático, persecución política, judicial y mediática a opositores, así como la insensivilización del gobierno nacional hacia los reclamos populares, se encarna lo peor de la antipolítica de la élite argentina. Aunque, si es cierto lo que algunos ya anuncian, de continuar las cosas como están, lo peor aún no ha llegado; una vieja frase de eslóganes de las promociones a Bariloche de otros tiempos nos viene a la mente: "no hay alegría sin dolor, y todavía falta lo mejor", que se transforma en la explicitación de un mensaje similar, oculto por el anterior, a saber: "ya no queda alegría sino dolor, y todavía falta lo peor".
Si denunciar lo que ocurre y a quienes ejercen los dispositivos de su legitimación ya no basta, la acción colectiva conjunta del pueblo, la oposición y los intelectuales populares es indispensable para articular la denuncia con la práctica del activismo social; teoría y acción ya no han de ser pensadas como fases de un pensamiento, sino que deben mostrarse como dos caras o modos del mismo impulso originario y creativo del pueblo, con su responsabilidad ciudadana en juego, para que no deje a la suerte de la buena fe su voto, sino que exija y obligue, como lo hace el contrato implícito de cualquier elección, al próximo gobierno, como lo hace con el actual, a que cumpla sus promesas y que, a su vez, haga cumplir en justicia de sus votantes las penas y procesos necesarios para retraer la deuda externa y devolverle a les argentines su capacidad de compra y poder adquisitivo, repuntando al país en su consumo interno, la reapertura de sus fábricas y el relanzamiento de sus industrias, así como del trabajo.
Bibliografía recomendada: la lista de títulos es incalculable, y no alcanzaría el breve espacio del que dispongo ahora -ni del tiempo- para anotarlos. Sin embargo, véanse, tentativamente, los siguientes: La sociedad excluyente y Debates latinoamericanos, de Maristella Svampa. El Estado burocrático autoritario de Guillermo O'Donnell, Socialismo, autoritarismo y democracia, de Alain Touraine y otros autores. De Roberto Esposito, Bíos. Biopolítica y filosofía, Inmunitas, y Comunitas. de Michel Foucault, Vigilar y castigar, El nacimiento de la biopolítica, El gobierno de sí y de los otros I y II, La verdad y las formas jurídicas, y Obrar mal, decir la verdad. De Giorgio Agamben y otros, Democracia en qué estado; del mismo autor, estado de excepción, El poder soberano y la nuda vida, Stasis: la guerra civil como paradigma político, Qué es un campo, y Qué es un dispositivo. De Judit Butler, Vida precaria. El poder del duelo y la violencia, Marcos de guerra: las vidas lloradas, Violencia de Estado, guerra, resistencia. Por una nueva política de la izquierda, y Cuerpos aliados y lucha política. Hacia una teoría performativa de la asamblea. Crítica de la víctima de Daniele Giglioli, Los orígenes del totalitarismo de Hannah Arendt, Horrorismo de Adriana Cavarero, Qué es un genocidio de martín Shaw, ESMA: Fenomenología de la desaparición de Claudio Martiniuk, Por que: La rápida agonía de la Argentina kirchnerista y la brutal eficacia de una nueva derecha, de José Natanson, Vida de perro: del 55 a macri. Conversaciones con Diego Schluart, de Horacio Vervitski. De Carl Schmitt, La dictadura, y El concepto de lo político. De Slavoj Zizek, Bienvenidos al desierto de lo real, Pedir lo imposible, Primero como tragedia, después como farsa, Problemas en el paraíso, y Viviendo en el final de los tiempos. De Ernesto Laclau, La razón populista, y Debates y combates. De Chantal Mouffe, El retorno de lo político, En torno a lo político, y La paradoja democrática. De Antonio negri y Michael Hardt, Imperio, Multitud. Guerra y democracia en la era del imperio; de Antonio Negri y otros, Diálogo sobre la globalización, la multitud y la experiencia argentina, y Guías. Cinco lecciones en torno a Imperio. De Atilio Borón, Estado, democracia y capitalismo en América Latina, Imperio e imperialismo, Socialismo siglo XXI. ¿Hay vida después del neoliberalismo?, y Tras el búho de Minerva. Historia mínima del neoliberalismo de Fernando Escalante Gonzalbo, Breve historia del neoliberalismo de David W. Harvey, Después del liberalismo de Immanuel Wallerstein, Filosofía política del poder mediático y Crítica del neoliberalismo de José Pablo Feinmann. De Franz J. Hinkelammert y Henry Mora Jiménez, Hacia una economía para la vida; de Franz J. Hinkelammert, Democracia y totalitarismo, Dialéctica del desarrollo desigual, Quieren el mercado total. El totalitarismo del mercado, Teología del mercado total, y La vida o el capital. El grito del sujeto vivo y corporal frente a la ley del mercado. De Enrique Dussel, 14 Tesis de ética, 16 Tesis de economía política, 20 Tesis sobre política, Filosofías del sur y descolonización, Hacia una filosofía política crítica, Política de la liberación I. Historia mundial y crítica, Política de la liberación II. La arquitectónica, y Seminario: El orden ontológico-político. Las dictaduras argentinas. Historia de una frustración nacional de Alejandro Horowitz, Macri: orígenes e instalación de una dictadura mafiosa de Jorge Beinstein, Endeudar y fugar: un análisis de la historia económica argentina de martínez de Hoz a Macri de Eduardo Basualdo, Golpe en Brasil de Varios Autores, Cadáver Exquisito de Agustina Bazterrica, El hombre rebelde y Escritos libertarios de Alber Camus. De Néstor García Canclini, Consumidores y ciudadanos, Culturas híbridas, Diferentes, desiguales y desconectados, El mundo entero como lugar extraño, Imaginarios urbanos, y La sociedad sin relato. De Rita Laura Segato, La crítica de la colonialidad en ocho ensayos y una antropología por demanda, La nación y sus otros, Las estructuras elementales de la violencia, y Las nuevas formas de la guerra y el cuerpo de las mujeres. De Noam Chomsky, El nuevo humanismo militar, Estados fallidos, Miedo a la democracia, y con Michel Foucault, Justicia VS. poder: un debate. De Tzvetan Todorov, El nuevo desorden mundial, La conquista de América, La experiencia totalitaria, y Los enemigos íntimos de la democracia. De Achille Mbembe, Crítica de la razón negra, y Necropolítica. De la necropolítica neoliberal a la empatía radical, de Clara Valverde Jesaell, La intimidad como espectáculo y ¿Redes o paredes? La escuela en tiempos de dispersión, de Paula Sibilia, Crisis y utopía en el siglo XXI 
de Félix Rodrigo Mora, El Estado en la historia de Gastón Leval, El nacimiento del Estado de Quentin Skinner. De Pierre Bourdieu, Campo de poder, campo intelectual, Intervenciones políticas, Sobre el Estado, y Sobre la televisión. De Zigmunt Bauman, Retrotopía, En busca de la política, Extraños llamando a la puerta, La globalización. Consecuencias humanas, Miedo líquido, Modernidad líquida, Trabajo, consumismo y nuevos pobres, Vida de consumo, Vida líquida, Vidas desperdiciadas, con David Lyon, Vigilancia líquida, y con Leónidas Donskis, Ceguera moral. La pérdida de sensibilidad en la modernidad líquida. Pueblos expuestos, pueblos figurantes de Georges Didi-Huberman, Qué es un pueblo de Varios Autores. De Gilles Deleuze, Derrames entre el capitalismo y la esquizofrenia, y con Félix Guattari , Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Del propio Félix Guattari, La ciudad subjetiva y postmediática. La polis reinventada, Generación postalfa. Patologías e imaginarios en el semiocapitalismo, y La fábrica de la infelicidad. Nuevas formas de trabajo y movimiento global, de Franco Bifo Berardi . Crédito a muerte. La descomposición del capitalismo y sus críticos, de Anselm Jappe , La vida administrada: sobre el naufragio social de Juanma Agulles. De Gilles Lipovetsky, La sociedad de la decepción, Los tiempos hipermodernos, con Elvette Roix, El lujo eterno, con Herve Juvin, El occidente globalizado, y con Jean Serroy, La pantalla global. Decir no no basta de Naomi Klein, Planeta de ciudades miseria de Mike Davis, El hambre por Martín Caparrós, La derrota y la esperanza de Horacio González, Qué es el peronismo, de Alejandro Grimson, Fuerza de ley de Jacques Derrida, Para una crítica de la violencia y otros ensayos de Walter Benjamin, Populismo y psicoanálisis de Nora Merlín, Psicoanálisis extramuros de Silvia Bleichmar, Orizontes neoliberales en la subjetividad y Lacan en las lógicas de la emancipación, de Jorge Alemán, Escritos a contrapelo y Escritos contra teclado de Carlos Solero, Masa y poder de Elías Canetty, La silenciosa conquista china de Juan Pablo Cardenal y Heriberto Araújo, China: el imperio de las mentiras de Guy Sorman, La China de Mao y después de Maurice Meisner, China. Una nueva historia, por John King Fairbank, China. El despertar del dragón de Julio Díaz Vázquez , China: una revolución en agonía de Róbinson Rojas, China irrumpe en Latinoamérica: ¿dragón o panda? de Alfredo Jalife-Rahme, Economía para el 99% de la población y Qué fue del buen samaritano. Naciones ricas, políticas pobres, de Ha-Joon Chang, El capital en el siglo XXI, La crisis del capital en el siglo XXI y La economía de las desigualdades, de Thomas Piketty, entre otros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario