sábado, 9 de junio de 2018

Caminos de la imaginación

De Platón a Freud, con pocas escepciones, la noción de lo imaginario y de sus términos relacionados -imagen, imaginación-, han estado marcados por formas específicas de responder a una explicación propia del mundo, a una teoría o a una estrategia de análisis. En Platón, la imaginación es el estadio más bajo en el camino del conocimiento, que va en ascenso desde las imágenes, pasa por el discurso, llega luego a la matemática y, finalmente, asciende a la dialéctica. En Hume, las ideas se reducen a impresiones o imágenes que se reproducen en la mente humana, concebida por el inglés como una tabula rasa, como un pizarrón vacío que se llena de imágenes del mundo que la mente va fusionando para responder a sus inquietudes; en Spinoza, igual que en Pascal, la imaginación es la facultad mental que sirve para inventar cosas irreales; para Kant, las imágenes son representaciones sensibles de las cosas espaciales; y en Freud, las fantasías son representaciones inconscientes que, a modo de símbolos elavorados, en los sueños o en la vida consciente, cifran un contenido latente o reprimido. Hay empero otras interpretaciones o concepciones de lo que sean la imaginación y las imágenes. Para los contemporáneos de Homero, creemos que las imágenes eran manifestaciones de los designios divinos; para los presocráticos, eran manifestaciones de principios primordiales de la naturaleza o phisis, como el agua en el caso de Thales, que era una manifestación de la humedad, o el fuego, como una apariencia del cambiante designio del Logos, en Heráclito. Para personajes como Agustín de Hipona, las imágenes eran un primer momento de iluminación, en el camino interno hacia el conocimiento de Dios, en una infinita búsqueda por lo sobrenatural, en la memoria y en las ideas divinas, en el cual la observación exterior de los cuerpos físicos es el primer paso; para el singular filósofo que fue Walter Benjamin, los recuerdos, imágenes psíquicas, acuden a la memoria expontáneamente, en constelaciones, y así con la observación de un paisaje, de una fotografía o de un cuadro, puede surgir, expontáneamente en la memoria, una imagen que nos revele un conocimiento auténtico, mesiánico, inspirado quizá por la visión previa a la constelación. Finalmente, el último autor occidental que creemos pensó en la imaginación de un modo profundo, fue C. G. Jung; el discípulo famoso de Freud, que se separó del psicoanálisis freudiano considerando, por ejemplo, que la livido o energía psíquica no podía ser solamente sexual, que hay dos inconscientes, uno personal, individual, y otro colectivo, universal y que compartimos con todos los demás seres humanos, desarrolló explicaciones originales para hablar de los trastornos psíquicos, y cambió el universalismo mecanicista y sexual de su maestro, que creía ver en todas las cosas creadas por el hombre desplazamientos de zonas herógenas -según Freud, el símbolo universal para el hombre es el falo, masculino, y en todo objeto con forma fálica, creía ver un desplazamiento lividinal del primer objeto del niño y de la masturvación-, por una especie de universalismo simbólico, desarrollando la noción de arquetipo, símbolos colectivos de la humanidad -ánimo es para Jung el arquetipo de la masculinidad, ánima el de la feminidad, Cristo el de la auténtica individualidad, el sí mismo, etc.-, y los sueños para el psicólogo suizo no son códigos que hay que descifrar, sino símbolos que hay que leer, imágenes energéticas que, según cada persona y cada experiencia personal en sueños, patologías o visiones, le quieren decir algo a la persona que los tiene, aunque su ignorancia del mecanismo inconsciente o su reticencia del sentido inconsciente de ese mensaje, la persona sufre y por eso se trastorna; para Jung, la tarea del analista no es, como para Freud, volver conscientes los contenidos reprimidos, sino leer los símbolos de la persona en análisis, haciéndola consciente de sus significados profundos, y conectar así su inconsciente personal con su inconsciente colectivo mediante el análisis, para que el analizando desarrolle su auténtica personalidad inconsciente, su sí mismo, y adquiera su verdadero yo.
Aún entonces, no me parece que ninguna de estas concepciones de lo imaginario sea adecuada; la imaginación, me parece, tiene otros caminos, igual de enrredados, pero con fines distintos. Sólo Benjamin y Jung han llegado, me parece, a una concepción tan profunda de lo imaginario, aunque creo que distan de ser completas o alcanzar para comprender qué sea la imaginación, en un mundo contemporáneo que ya no cuenta con sistemas totales de pensamiento para comprenderse a sí mismo, ni posee ya creencias absolutas en religiones tradicionales en las que pueda depositar el ser humano todas sus espectativas.
Desde Aristóteles hasta Hegel, la filosofía decimonónica concibió al ser humano como un ser de razón, como un "animal racional". En cambio, nosotros concebimos al hombre como un ser de imaginación; y las imágenes, por otra parte, son fundamentales para su comprensión del mundo en el que vive. Dos dimensiones conjuntas componen al ser humano: la que corresponde a la pregunta por "qué soy yo", es decir su dimensión social, histórica, comunitaria, sus facultades mentales, sus producciones culturales, etc.; y aquella otra que responde a "quién soy yo", y esta dimensión constituye la autenticidad del ser del hombre, su esencia inmensurable, su intimidad más honda, mientras el yo viene a ser, por un lado, las relaciones de todas sus partes, exteriores e interiores, consigo mismo y con los demás, su ego; y su expresión actual, expontánea, que se vuelve presente cada vez que me nombro a mí mismo, en la conversación, en el diálogo, en el saludo, cuando digo "yo" y cuando me dirijo a un "tú", de modo en que el yo es una tensión indefinida entre la objetividad y la subjetividad de uno mismo, la conciencia de sí y de cada cosa en el mundo, de los otros y del entorno, del espacio y del tiempo, siempre en desarrollo a lo largo de la vida de cada persona. Pero hay una dimensión interior en el hombre, aquella que relaciona su consciencia con su inconsciente, el ello con el yo, que quiere ser deseo de sí, pero que no es el deseo en sí mismo, aquella esencia del ello que vitaliza al hombre en su inconsciencia, ya que el deseo afirma al ser en la vida, pero no es todavía la razón de su vivir, sino sólo lo que lo mueve a vivir y a darle sentido a la vida, pero el deseo ni es el sentido de su vida ni su única fuente de conocimiento; la imaginación, esencia formal del espíritu viviente, es la energía primigenia del ser humano, aunque no es aún la adquisición ni la incorporación de las imágenes en sí. Hay imágenes exteriores, aprehensiones inmediatas de los sentidos del mundo externo, pero también imágenes interiores, y la representación se juega entre estas dos imágenes, una sensible y otra inteligible, aunque no asciende aún al concepto. La imaginación no es la incorporación interior del mundo exterior, y la formación de imágenes mentales, que precedería a la de las representaciones y a la de los conceptos, no implica solamente la aprehensión externa, sino también la intuición interna, tan inmediata como la primera del mundo exterior, pero distinta; los sentidos se extienden y, como manos del cuerpo y de la piel, atrapan las materias sensibles, mientras el espíritu interior aporta las formas preinteligibles.
La imaginación, que se parece más a la tabula rasa de Hume que la memoria, es puramente el campo y linde de lo imaginario, el habitáculo de una energía inconcebible cuya transformación evolucionará, después de su nacimiento en lo inconsciente, en las formas interiores, materias exteriores, símbolos del ser; la imaginación no crea por sí misma las imágenes, solamente posibilita y habilita su existencia, como una antesala entre el ser y los entes, entre las esencias y la realidad de su advenimiento o surgimiento en el mundo. Las imágenes, entidades indefinidas en su origen, en tanto se conformen y se hagan ellas mismas, repartirán y compartirán la imaginación, en y de donde pueden surgir para ser plasmadas en la consciencia. Es sin embargo el hombre quien, ejerciendo su ser en su consciencia, el que decide qué imágenes advendrán a su mente, como si su interioridad fuera un gigantesco manantial de materia acuosa, y de su fondo pudiera extraer el barro con el que formar figuras hechas para su conciencia; el hombre, ser cuya conciencia es puesta ante la imagen, elige entre una u otra imagen, y decide, consciente o inconscientemente, cuál tomar y cuál dejar, aunque sus recuerdos sean más que imágenes, entidades complejas hechas de experiencia y de forma, mientras en su interior las imágenes son formas, pero en su construcción con lo real de la realidad mediante sus imágenes, escapando siempre de la nada que ignora o no comprende, las imágenes se vuelven materia en sus manos, y con ellas la imaginación puede alumbrar al mundo.
La imaginación, con sus tres maneras de darse al ser: en lo imaginacional, como energía creativa del espíritu; en lo imaginario, como fuente y campo de lo psíquico; y en lo imaginativo, como parte consustancial de cada representación real o ideal del hombre, en su realidad exterior. También, en un sentido similar, Lacan fue, en verdad, el primero que habló de lo imaginario con un sentido propio y distinto al que otros le habían dado; para el psicoanalista francés, se trata de ver al ser humano como un sujeto de lenguaje, y de un sujeto que posee, como ser de lenguaje, tres registros para inscribir el mundo: lo real, que es indecible, pero para Lacan se circunscribiría al sujeto; lo imaginario, registro de imágenes, fantasías y fantasmas; y lo simbólico, que registra las palabras. Así, por ejemplo, frente a cualquier objeto, onírico o diurno, el sujeto registra tres cosas: cuando toma café, por ejemplo, hace tres cosas a la vez, tomma café -realmente-, imagina el sabor del café, el líquido bajando por su garganta, se anticipa al calor de la taza, degusta el café pero también disfruta teniendo la taza entre sus manos, sintiendo el calor que resulta ser real pero tener su correlato en lo imaginario, etc.; y por último sabe nombrar lo que está tomando, lo llama "café", conoce que su sabor se debe al "azúcar", y sabe que sostiene una "taza" donde está contenido el café, aunque todo esto ocurre a nivel inconsciente. Sin embargo, como dato curioso, Lacan atribuye a la imaginación un papel especial: por una parte, es aquello que le da sentido imaginario a todo lo que el hombre hace o piensa, y así algunos psicoanalistas dicen, con Lacan, que todos llevamos un fantasma con nosotros, cuando dormimos o cuando estamos despiertos, cuando leemos o cuando estamos esperando a alguien, es como un depositorio de todas nuestras fantasías, y sin este mecanismo imaginario el hombre enloquecería, porque no podría imaginar lo que está diciendo o pensando, y no podría completar con una imagen básica una palabra; por otro lado, lo imaginario es para el francés el registro de las formas, y así la matemática se vuelve una expresión formalizada de los deseos del sujeto, aunque esta parte de la teoría lacaniana es científicamente muy discutible. Empero, no creemos que lo imaginario sea un registro más del hombre, subordinado además a lo real; en cambio, tomamos lo real, así como el ser, la vida, la singularidad o Dios, como principios atómicos subyacentes, trascendentales que surgen cada vez que el hombre establece alguna relación con cualquier cosa, aunque no pueden reducirse a sus intentos de definición o de descripción -tampoco la imaginación puede, y en este sentido lo en sí cae fuera del entendimiento humano, aunque él reconozca que eso existe y preexiste a sí mismo. Lo imaginario es una energía propia del hombre, no una facultad o un registro, aunque los tiene -como la creatividad, la fabulación o la inventiva-, y es autónoma de la razón, con la cual cada uno organiza el mundo, como puede llegar a serlo de lo real, porque si bien las imágenes surgen de lo real externo, la imaginación sólo es su posibilidad; sólo comparto con Lacan la noción de que lo imaginario es necesario y crea un campo para las fantasías del ser humano; en este sentido, puede aproximarse a la noción o concepto lacaniano de registro, aunque más que un registro, lo imaginario como imaginativo -como parte de la realidad- sea simplemente un criterio o límite ideal de cada cosa para el hombre y no un simple registro de dichas cosas.
La imaginación como límite: se trata aquí no ya de su dimensión puramente metafísica, sino más bien de su dimensión precientífica, social y política; para ejercer una imaginación política y social, que aquí sí debe subordinarse a la razón, para evitar la locura; el hombre debe imaginar límites a lo que no lo tiene, y también imaginar la posibilidad de que aquello que lo tiene deje de tenerlo o tenga otro, delimitando lo aparentemente ilimitado, y deslimitando lo ya limitado, siempre dentro de fronteras de responsabilidad y consenso.
Lo imagenario: si lo imaginario posibilita un campo de idealización y creación, no es un campo de imágenes, sino su estadio previo; en cambio, ese mundo de imágenes, o más bien red de imágenes, es lo que, desde ahora, llamaré lo imagenario; y la posibilidad de ejercer, conocer, reproducir e incluso de manipular una o más imágenes, lo denominaré lo imagenante; lo imagenal: la esencia de una imagen, su origen significante en un sentido exterior -si es visual, auditiva, táctil, etc.-, su naturaleza social, lo que en arte se llama comúnmente lo iconográfico, que así como lo iconológico estudia las formas simbólicas de la cultura; porque mientras una imaginología debe estudiar todas las aplicaciones posibles de la imaginación, una grafosofía debe erigirse como un saber de las imágenes, y bien sabían ya los presocráticos que ellos estaban en el comienzo de una ontografía, porque sus predecesores aún continuaban en una teografía, y así el estudio de las imágenes de lo divino y lo sagrado, como límite expresable de una experiencia más allá de lo visible y de lo decible excede toda imaginación; los presocráticos que, como Heráclito, que conocía la virtud del fuego como imagen física del Logos, que con medida se enciende y con medida se apaga, vivían experiencias místicas y filosóficas, aunque sus ideas tenían que buscar arribar a lo aparente, a lo sensible o, si no, a lo decible, aunque sus ideas perforaran y dislocaran las palabras y las imágenes buscando transmitir la profundidad de creerse parte de una sabiduría no vulgar; y por eso grafos no significa imagen -que sí significa eidos-, sino escritura, palabra, expresión escrita.
La ficción: es lo que se forja en una inventiva no práctica, inútil a usos reales, que sólo busca dejar abierto el mundo y la contingencia humanos en lo infinito, y por ello tienen sentido la filosofía, la ciencia, las artes... Sin ficción, sin desconstrucción de lo real y su reconstrucción en lo irreal, se detendría el sentido de toda experiencia, de todo pensar; distinguir la fabulación de la construcción real es la tarea que, con la imaginación y la razón, tiene el hombre, descubriéndose a sí mismo nocómo un ser fabuloso, pero sí como un ser valioso, y su valor es está en dar valor al mundo, a cada ser y cosa a su alrededor, a sí y a los otros, y en eso recide su dignidad: es valioso porque puede valorarse a sí mismo igual que al resto de sus semejantes y al mundo que con ellos cohabita.
Un principio inspira en mí esta filosofía, aún muy incompleta: quienes con Descartes decían "pienso, luego existo" se oponían a aquellos otros que, con el existencialismo o la hermenéutica, dicen "existo, luego pienso", pero ambos excluyen la importancia de uno de los elementos subordinándolo a otro previo -o bien primero se tiene existencia o bien primero se puede dudar y tener pensamiento-; en cambio, bien podríamos decir "existo y pienso". Yo diré, en cambio, "vivo e imagino, por lo tanto existo y soy"; pero ¿cómo aplicar esta conjunción teórica al mundo, a la coexistencia de los hombres y de las mujeres, de los otros que ni se tienen a sí mismos como hombres ni como mujeres, a la tierra, a la naturaleza, a cada ser en relación consigo mismos y con cada otro ser? Mejor, tal vez, sería afirmar que "imaginamos y vivimos, entonces coexistimos y somos"; Camus, para oponerse a aquel principio solipsista y burgués que afirma que "existimos solos", afirmaba que "me revelo, entonces nosotros somos". Si convivimos juntos e imaginamos entre nosotros, podemos también ser para otros y hablar para otros, y así nuestra existencia puede ampliarse en el orizonte, hacia otros; sin vida no podría haber imagginación, pero sin imaginación sería difícil saber qué haría un ser que solamente tuviera la vida para existir, que no la imaginación para imaginar en la vida y vivir más allá de su propia imaginación.
Notas: son recomendables los siguientes textos para seguir estudiando estos problemas: obras de Lacan: Escritos, Otros trabajos, Seminario 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Seminario 14. La lógica del fantasma, Seminario 22. R.S.I., Seminario 26. La topología y el tiempo. Mi cuerpo y sus imágenes, y Topologería. Introducción a la topología de Jacques Lacan, de Juan David Nasio. Imaginario, simbólico, real. Aporte de Lacan al psicoanálisis, de Carmen Lucía Díaz. Obras de Jung: Arquetipos e inconsciente colectivo, Aion. Contribución a los simbolismos del sí-mismo, Energética psíquica y esencia del sueño, El Libro rojo, Formaciones de lo inconsciente, La dinámica de lo inconsciente, Símbolos de transformación, Teoría del psicoanálisis. De Varios Autores, Diccionario de los símbolos, El concepto de historia de Walter Benjamin, la Investigación sobre el entendimiento humano de David Hume, Texturas de la imaginación de Marcelo Pakman, y por último Entre pensar y sentir: estudios sobre la imaginación en la filosofía moderna, editado por Claudia Jáuregui.

Tocar fondo: la vuelta al fondo de la economía argentina

El jueves pasado se oficializó el regreso del país al FMI; un acontecimiento previsto por algunos semanas atrás, que marca un nuevo avance de las políticas neoliberales de Cambiemos, y un nuevo retroceso de la economía real para los sectores mayoritariamente vulnerables de la Argentina.
Nótese que el término "fondo" suscita distintas acepciones, y la idea oficialista que denotaría -falsamente- "fondos de inversión" es sólo uno de sus múltiples significados posibles. Así, por otra parte, la sigla FMI significaría, según algunos ingeñosos periodistas opositores y pesimistas, no tanto -o solamente- "fondo monetario internacional", sino también "fábrica mundial de indigentes", y además, por qué no, "fondo mundial de inversión", según el gobierno nacional, como también podría llegar a indicar, también para los menos optimistas, "fábrica mundial de infelicidad", o incluso "fondo mercantil infinito", por ejemplo. Nótese, por ello, que para el sentido común, al cual la palabra dicha en singular, que peca de univocidad significante, no termina de convencer ni, si es posible, de engañar: puede indicar "tema de fondo", "idea de fondo", pero también "pozo sin fondo".
En efecto, como empresa global que pretende financiar y financiarizar las relaciones internacionales entre las naciones, el Fondo no quiere ni quisiera, por supuesto, ser una parte en un todo mayor, un banco entre bancos, ni mucho menos el último de los recursos financieros: el Fondo no quisiera, aunque así es, "estar al fondo" en tema de negocios de deuda mundial. Para "estar en el centro" de la escena, en vez de ser su fondo, es difícil para esta máquina de endeudamiento global, aparentar la inocencia que los gobiernos capitalistas y de derecha de las grandes potencias buscan atribuirle; si fuera otra vez, como en la época del resurgimiento de los populismos latinoamericanos entre 2003 y 2013, un organismo periférico entre aquellos que, como la CIA o la UE corrían el riesgo de perder la hegemonía en el juego de fuerzas por encabezar la lista de los sistemas que iban a manejar el mundo desde la caída del muro de Berlín y de la Unión Soviética en los 90, su resurgimiento hoy día podría ser fácilmente pasado por alto por las izquierdas de centro que, en los últimos años, se han convertido en los grupos mayoritarios opositores; estando nuevamente en el centro de la escena económico-política actual, ignorar su presencia se vuelve, si no imposible, un acto ingénuo por parte de las intelectualidades nacionales en América Latina. Invisibilizado en los diez años previos, su espacio era ocupado por la lucha entre los mercados estadounidense y chino desde la crisis en los EE. UU. en 2004 y la nueva crisis internacional de 2008; a nivel de la crítica cultural, literaria y filosófica, y fuera de los complejos debates de los académicos de la economía, el fondo se había convertido por entonces en aquel campo existencial del stablishment que, como el tiempo y el ser en San Agustín y Martin Heidegger respectivamente, poseía una referencialidad ambigua y que coincidía con la presencia o ausencia circunstanciales y locales de su influencia e insidencia en los campos reales de las economías regionales, cuando los gobiernos populares latinoamericanos eran abordados por el poder comunicacional, con una pregunta similar a la de los filósofos por el tiempo y el ser; en ese caso, podían decir: "si no me lo preguntan, lo sé; pero si me lo preguntan, no lo sé"; y bien podría haber sido formulada la respuesta más o menos como sigue: "si estamos endeudados por él, sabemos que estuvo ahí; pero si nos hemos desendeudado, aún si era patente que el fondo estaba y aún está ahí, mejor es pensar que no lo sabemos o, en el mejor y más feliz de los casos, es mejor no pensar en él, y en dejar de considerarlo como un agente serio de la economía que pueda traernos beneficios a todos".
Aquí y ahora, en cambio, está más presente que nunca, y su ignorancia hasta pocas semanas atrás por parte de la mayoría opositora nacional, demuestra su ingenuidad a la hora de efectivizar su llamada de alerta al avance cada vez más patente de las políticas oficialistas contra los derechos de las mayorías desfavorecidas. Si con la reapertura indiscriminada de las importaciones a comienzos del 2016, con la eliminación del cepo al dólar y el previo pago sumiso a los fondos buitres, los sectores más afectados de la economía bien podrían haber adoptado el silencioso pero eficaz lema de "nada importa pero todo se importa"; con la reciente oficialización de la vuelta al fondo -no digamos del fondo, la cual remite a los mismos inicios de la confirmación de Macri como nuevo gobierno en diciembre del 2015-, se nos antoja hoy otro, del cual la risa y el llanto son solamente dos de las tantas contradictorias emociones -positivas y negativas, de bronca y de impotencia más que nada- que inspirará su explicitación: "el fondo nos deja sin fondos", "el fondo es un pozo sin fondo" o, incluso, "hemos tocado fondo si es que hemos vuelto al fondo", por ejemplo. Justamente, los sectores medios se forman una falsa idea de lo que el fondo es hoy, si es que llegan a admitir la engañosa invitación oficialista de que el fondo, siempre malo hasta ahora, se ha vuelto, de repente y sin mayores explicaciones, bueno y solidario; el fondo no viene al país, como ya bien lo han podido confirmar los países europeos que han aceptado sus recetas y se han endeudado por ellas, con sus crueles efectos resultantes -España, Italia, Grecia o Portugal-, a prestar fondos, sino a crear en la economía actual y futura, un nuevo pozo sin fondo, un vacío económico-institucional que incidirá en un progresivo y catastrófico aumento de la deuda externa y de la crisis financiera real, cuyo inicio histórico se remonta, como ya sabemos, al conflicto del segundo gobierno kirchnerista con el campo en 2008, cuando la masiva fuga de capitales al extrangero por parte de las grandes empresas y su futura rentabilidad en off shores en países que son históricos paraísos fiscales -o cuevas fiscales, como Santiago O'donell propone nombrarlos-, fue una manera de frenar los intentos de poner impuestos a los grandes exportadores, y cuya consolidación como fuga soberana se vio, espectacularmente, en las investigaciones hechas públicas mundialmente de los Panama Papers.
Un fondo que sólo reivindica su nombre, es decir que fondea, que crea más fondos, es decir más agujeros cuyo fondo es el remanente o resto de inversiones que están por desaparecer del territorio nacional, que no presta dinero sino que abre la puerta a la perpetuación condenatoria de los pueblos oprimidos de un endeudamiento in aeternum; recuérdese el fragmento de un estribillo de una conocida canción de rock de La Vela Puerca que dice: "viejo divino ¿adónde vas? ... Y de la mano sólo queda hoy un perro flaco y el fondo de un vino pa entiviar", y acá el fondo es un poquito de vino, que reconocemos que es lo que al pobre le queda después de una vida despreocupada, aunque en la actualidad descubre él mismo que es una vida vacía, miserable y sin futuro. El término "fondo" indica aquí, mejor que de ninguna otra forma, "resto" o, también, "vacío", y la posibilidad de su infinitud en el tiempo abre la contingencia humana del pueblo argentino a su más desdichada y confirmatoria caída en la nada, en esa arvitrariedad consustancial a una lucha por la vida y por la existencia en una naturaleza salvaje y en una sociedad aparentemente incontrolada, pero sutilmente dominada por un grupo que, en su ipocresía por gobernar mientras propugna la destrucción del Estado y de toda soberanía nacional vende, en su relato de marketing la noción falaz y funcional a sus intereses de clase, del individuo atomizado, ese sujeto autónomo y absoluto, que es su propio emprendedor. No es que el emprendedurismo en sí mismo sea malo, lo que ocurre es que en los microemprendimientos, en los que se busca aspirar a desarrollar una capacidad o acceder a un conocimiento práctico específico -elavoración de alimentos, por ejemplo-, generalmente tienden a ser temporales, funcionando como aparatos inconscientemente individualistas, que dividen a los grupos en sujetos autosuficientes, y los aprendizajes que se promueven en sus contingentes de personas suelen ser puramente utilitarios, acríticos y carentes de nociones y conceptos fundamentales para toda sociedad como "comunidad" o "solidaridad". El problema es que sus mecanismos suelen servir muy bien a los relatos de los libros de autoayuda o de liderazgo que, con sus lenguajes engañosos, pretenden llenar el vacío ideológico de las estructuras mercadistas y empresarias que, con sus nuevas estéticas capitalistas, completan una dimensión de postverdad falta de mejores respuestas formales a la política real. Su logro es efectivo porque, en un mundo sin criterios absolutos de verdad y de falsedad, donde las estructuras narrativas de historias particulares, relativas y puramente verosímiles, manejadas por medios masivos de comunicación, no pueden posibilitarle a nadie fuera de sus legitimadores oficiales, una base válida para elegir qué hacer, quién ser, cómo actuar o en quién o qué depositar sus esperanzas, deseos e intereses. En una realidad semejante, donde el pluralismo democrático de ciertos sectores intelectuales, o las ideologías de democracia radical, sociedad popular o libertaria de nuevos grupos políticos que aglomeran antiguas izquierdas o tendencias de librepensadores y de activistas sociales, son rápidamente descartados como posibles respuestas inmediatas a los problemas tradicionales o nuevos de la política, o excluídos de los debates hegemónicos por hallarse fuera de las grietas y divisiones acostumbradas en la actividad pública -izquierda o derecha, popular o conservadora, liberal o nacionalista, etc.-; en el cual el pragmatismo político invita a la mayoría a elegir siempre y solamente entre un relativismo que permite casi todo pero que se adecúa muy bien a todo, y un particularismo o singularismo que cae en las falencias de cualquier individualismo, por bueno u original que sea, y donde el universalismo corre el peligro de homogeneizar lo heterogéneo, ya no alcanzan los antiguos mecanismos electorales e institucionales para legitimar las diferentes prácticas; entre una ciudadanía que es atacada soberanamente por el gobierno de turno y convertida así en una unidad de pueblo, y una dimensión política signada por partidos, poderes estatales y fácticos, que interpreta a sus potenciales seguidores ciudadanos o bien como sumas de individuos o como masas uniformes, actualmente queda un único campo de referencialidad que puede servir como una herramienta efectiva para disminuir la brecha existente entre ambas partes del mundo público: las redes sociales en internet, cuyos nuevos grupos y páginas masivos pueblan de un modo nuevo el campo de los debates públicos. aquí también el FMI está ampliamente deslegitimado, es considerablemente repudiado y no parece que la mayoría de los usuarios internautas vaya a apoyar de un modo optimista a un gobierno que se autoexcuse con sus eslógans o a un congreso que convalide sus acuerdos de expolio a la mayoría ciudadana.
No por nada tituló Tocar fondo un capítulo de su libro Si esto es un hombre el escritor italiano, superviviente de Auschwitz, Primo Levi: los recién llegados, ignorantes de la destrucción total de la humanidad en ellos, suponían que acababan de entrar en un infierno, y pronto no había solidaridad patriótica o política alguna que consiguiera mantenerlos lúcidos frente al horror. Tocar fondo: la clase argentina en crisis, así se titula un libro sobre el 2001 de dos autores argentinos contemporáneos, José E. Abadi y David Mileo. No queremos que así vuelva a ser denominada la situación nacional, que por entonces presenció el corralito económico; entonces se declaraba el estado de sitio, aunque hoy también estamos en un estado similar, de abandono de la ley y del derecho, aunque ambos comparten una característica del estado de escepción del que habla G. Agamben en su obra omónima: en un vacío legal e institucional, se crea un nuevo campo político, donde la ley es que no existen leyes, y la norma es que no hay normas; la persecución, la represión, la desaparición y la aniquilación políticas están entonces permitidas, y el poder soberano sobre la vida y sobre la ciudadanía son la nueva norma que rige la acción social del grupo dominante. Todavía, empero, queda una soberanía por defender, la soberanía nacional y popular, la cual se encuentra hoy en estado de riesgo total, porque el territorio nacional corre el peligro de ser convertido en base de la inteligencia norteamericana; para poder asumir y superar una soberanía que, siendo la del pueblo, controle y sea la base para la soberanía estatal; sin este reconocimiento, el país entero corre nuevamente el riesgo de caer bajo la cadena económica de otra soberanía que no le es propia sino agena, la del FMI, y con ella también las cadenas de todos sus aseguradores, los bancos internacionales, las agencias de inteligencia nacionales y las corporaciones mediáticas y militares norteamericanos y británicos.