Ahora, por otra parte, y por falta de tiempo, no nos dedicaremos a
esbozar los orígenes del neoliberalismo, que en un futuro todo aquel que se
digne llamarse a sí mismo intelectual comprometido con la realidad de la región
estará obligado a realizar, pero si ahora nos dedicamos a esbozar sus límites,
es porque entre estos y sus orígenes, una fina línea separa a ambos, a saber
que los orígenes hablan de una arqueología o genealogía del pasado al presente,
mientras sus límites deben mostrar, concomitantemente, cómo el presente no está
lejos del futuro.
Si hemos llegado a pensar que mecanismos e instrumentos propios de
los regímenes dictatoriales, autoritarios y totalitarios del siglo XX confluyen
y resurgen, sintomáticamente, en el actual régimen de gobierno neoliberal, ello
se debe a cómo la violencia económica, racial, social y política, por ejemplo,
se manifiesta tanto desde los miembros y la estructura de la coalición
gobernante, en el PRO y Cambiemos, como desde sus voceros intelectuales y
mediáticos, con diferentes poblaciones objetivo: los pueblos aborígenes, el
peronismo, las izquierdas, los trabajadores, los docentes de la educación
pública, comerciantes y empresarios de PIMEs, entre otras, con una rama del
paradigma biopolítico, a saber, la necropolítica, que arroja a la muerte
sistemática a los sectores sociales que no pueden subsistir por sí mismos. No
es lo mismo sobrevivencia que supervivencia; todo ser viviente, vegetal, animal
o humano, nace en el mundo con ciertas condiciones y capacidades de supervivencia;
tanto en la naturaleza como en la sociedad humana, deben estar aseguradas
condiciones mínimas para la mínima supervivencia, lo que Aristóteles llamaba
los bienes exteriores, ya que para el filósofo, para que un hombre pudiera
alcanzar la virtud y ser virtuoso, para poder ejercer sus virtudes morales e
intelectuales, primero necesitaba tener asegurados bienes exteriores como
alimento, vestimenta o familia, por ejemplo. Pero sin medios que aseguren
condiciones mínimas de supervivencia, a todo ser viviente lo único que le queda
es sobrevivir, ya sea porque su medio de subsistencia se ve amenazado por la
alteración natural o artificial de su entorno, porque una catástrofe
medioambiental o social y económica lo arroja a la arbitrariedad de una
realidad incontrolable, a la lucha por la vida y por la misma subsistencia. Y
cuando esto ocurre, no hay selección natural o lucha por la especie que valga
para justificar una catástrofe económica, social, cultural y política como lo
representa el neoliberalismo de Cambiemos. Ello sin ignorar, por supuesto,
otros regímenes cercanos espacial e ideológicamente al del macrismo, como el
impulsado en sus diferentes fases tras el golpe al gobierno de Dilma Roussef en
Brasil, primero por la gestión títere de Michel Temer, ahora por una especie de
neofascismo por Bolsonaro; un retorno del conservadurismo en Chile o el mismo
régimen racista y panamericanista e imperialista de Donald Trump desde Estados
Unidos.
Por fuerza es imperioso buscar los orígenes de este retorno
regional de los regímenes conservadores, que también en Europa expande sus
tentáculos. Ya no se trata de explicar qué ocurrió o quiénes lo llevaron a
cabo, sino del por qué y el cómo, el de dónde y desde cuándo. Tiene Cambiemos,
sus orígenes, sus filiaciones, creemos, que en el pensamiento revanchista de la
libertadora del 55, la doctrina económica y de seguridad nacional de la última
dictadura cívico-militar del 76, así como en el golpe de mercado del 89 al
alfonsinismo y los principios económicos, políticos y culturales del menemismo
de los 90, con su consolidación durante el gobierno de De la Rúa entre el 99 y
el 2001. Pero también implica haber fundido en su seno elementos tanto de
dictaduras y democracia, por no ser, en su aplicación, efectivamente ni una
democracia plena, porque lo es solo de forma, siendo la misma vaciada de su
sentido y principios tradicionales, ni tampoco, a pesar de adoptar sus
mecanismos represores contra marchas populares mediante la instrumentalización
del aparato policial, una dictadura, porque ha suspendido de hecho, aunque
quizás no de derecho, las garantías y libertades constitucionales. pero si
hecho y derecho ya no son distinguibles, si legalidad e ilegalidad, legitimidad
e ilegitimidad ya no son contrapuntos opuestos de disyunciones equivalentes y
válidas, sino solo expresiones contradictorias de otra cosa cuyo nombre se
desconoce y cuyas categorías suelen ignorarse, lo que queda es un estado de
excepción, a saber, un estado de cosas en el cual lo legal, la constitución,
los códigos y sus leyes subordinadas, están suspendidos en su aplicación,
quedando inoperantes, siendo convertidos en puras formas de ley, mientras se
aplica y surge en una especie de reglamentación arbitraria y momentánea, una
fuerza de ley, en forma de decretos discrecionales. Un estado de excepción que
queda revestido por nombres tales como estado de necesidad o de urgencia,
mientras el pueblo y la oposición buscan hacer patente el estado mismo de
excepción como estado de emergencia: emergencia alimentaria, económica,
ambiental, tarifaria y social.
Empero, si la famosa grieta que el gobierno ha querido imponer en
el imaginario social y cultural en los últimos tres años y medio va
diseminándose en su cada vez más improbable confirmabilidad, como una pura
categoría de política imaginaria, por otra parte, las marchas populares y las
voces de intelectuales y opositores han intentado detener la violencia estatal
y gubernamental que el gobierno utiliza para denostar y violentar derechos de
la población. Una población política y económicamente expuesta, rebelada contra
su precarización; invisibilizada pero que, mientras algunos pujan por su
desaparición real y virtual, otros -y el pueblo mismo en su conjunto- luchan
por su derecho a reaparecer y repolitizar los espacios públicos.
El neoliberalismo, que en su crítica por izquierda pero también en
su aplicación, desde la derecha en el poder, muestra sus límites: formador de
subjetividades atomizadas y de sujetos emprendedores de sí mismos, con
paradigmas económicos que reducen los intercambios humanos a su absorción total
por los mercados financieros, que no es más mercantilista sino que se ha vuelto
mercadista, ya no hay para él capitalismo mercantil, como había durante el
siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, sino una lógica financiera sostenida
en los discursos del marketing, para el cual la vida ya no vale nada, mientras
vivir se torna imposible y absolutamente irrentable, demasiado cara la vida
para seguir siendo digna, demasiado caro vivir, a menos que se acepte vivir sobreviviendo
en condiciones de miseria.
Recuerda la aptitud del presidente, tomada por algunos
periodistas e intelectuales del propio stablishment como infantil, a aquella
particular promesa de campaña durante 2015 de que, cuando se equivocase,
escucharía a los demás para corregirse a sí mismo. Sócrates y Confucio habrían
admirado semejante aptitud, sino fuese que tal declaración habría de resultar
ser falsa. En efecto, en sus Analectas, dice Confucio: «Un caballero que
carece de gravedad no tiene autoridad y lo que ha aprendido
es superficial. (...) Cuando
comete una falta no tiene reparos en corregirla.» (Confucio, 1997, 1.8). Y en
otra parte, dice: «En los asuntos del mundo, un caballero no tiene una posición
predeterminada: adopta la posición que es justa.» (Confucio, 1997, 4.10). Sobre
un discípulo que llevaba más dinero del que realmente necesitaba (arroz en la
Antigua China), se dice que Confucio comentó: «Siempre he oído que un caballero ayuda a los necesitados,
no que haga aún más ricos a los ricos.» (Confucio, 1997, 6.4). Incluso llegó a
decir: «Un caballero debería avergonzarse si sus obras no están a la
altura de sus palabras.» (Confucio, 1997, 14.27). Sí, es cierto que Confucio
también justificaba al despotismo ilustrado y monárquico de su época, afirmando
que los que ocuparan cargos públicos y en el gobierno central no tendrían que
hacerlo por su nacimiento, sino por sus virtudes en el conocimiento, la
benevolencia y el respeto a sus semejantes, al tiempo que estos siempre se
hallarían, necesariamente, por encima del vulgo, pero lo que queremos recalcar
aquí es la falsedad -o mala fe, si se admite que Macri declaró aquello en su
campaña, es decir que realizó un acto declarativo y performativo, discursivo de
habla- de la declaración del presidente, ya que un error es factible de ser
corregido y quien se equivoca puede corregir su error sabiendo en qué se
equivocó, y continuar adelante; Macri, en cambio, no se equivocó; su único
error, quizás, sea el presentarse para ser reelecto, pero se trata de una mala
táctica electoral, donde es la ineficacia de la acción la que se muestra
errónea, no la buena o la mala fe de quien la realiza. Macri no se equivoca,
vino a hacer "lo que hay que hacer", es decir, vino a representar con
su voz y sus decretos, con sus declaraciones públicas y sus medidas, los
intereses neoliberales, imperialistas y colonialistas de la élite que lo ayudó
a llegar al poder. no es culpa de sus votantes, los cuales fueron
sistemáticamente engañados en su mayor parte; al menos no de los votantes que
lo votaron de buena fe; es responsabilidad de Macri y de todos los que
colaboraron con él para que haya durado todo el tiempo que duró en el gobierno.
Logró su efecto, ya que convenció a la suficiente cantidad de votantes de la
población para que le dieran su voto, pero dichos votantes ignoraban la
intención de Cambiemos, excepto por aquellos que, advertidos por los medios,
intelectuales y partidos peronistas, de la izquierda o con memoria del 2001,
que quedaron recortados de la ecuación del oficialismo.
Pero los
límites -espacio-temporales, políticos, económicos y culturales- del
neoliberalismo macrista también expresan los de otro ideal económico-político,
a saber, el liberalismo clásico. Hay una disputa en el liberalismo
contemporáneo desde la filosofía entre Rawls y Nozick; el primero aboga por un
orden social liberal, sí, pero con un reparto equitativo -justicia social- de
los recursos entre la población, junto con una normativa acorde con dicho orden
social, mientras el segundo imagina que la asociación libre entre dos o más
individuos, en cualquier época y lugar, daría paso a un liberalismo total, en
el cual cualquier grupo de personas podría estar dispuesto a tomar cualquier
decisión, ya que unos preferirían tomar determinado modelo económico o
político, mientras otros no, etc. Por otra parte, y saltándose el ideal de Adan
Smitz de una sociedad donde la mano invisible esté equilibrada con cierta
solidaridad mutua entre los individuos, solidaridad que solamente podría darse
de forma efectiva entre burgueses con el mismo nivel económico, ya que bien
sabido es que, incluso entre dos personas que negocian el precio de un producto
a ser empeñado, subastado o revendido en el mercado hay intereses en lucha,
Carl Schmmmit criticaba al parlamentarismo liberal de su época, ya que el
tiempo que se tarda en tomar una decisión a través de una cámara legislativa
suele ser mucho más largo que el que lleva tomar decisiones por fuera, por lo
cual los presidentes en el poder ejecutivo así como los dictadores y dirigentes
totalitarios siempre han conseguido poner en práctica sus ideas y disposiciones
antes que los congresos tuvieran el tiempo necesario para decidirse a apoyarlos
o no. Macri no solamente no respeta a la oposición y se asegura de representar
intereses de dominación sobre el pueblo argentino, resulta que también
traiciona los principios liberales tras su propio partido, cuya posición
liberal de origen le impediría precipitarse a declarar o decretar decisiones no
aprobadas simultáneamente por el congreso nacional, así como sus nociones
republicanas, porque vuelve inoperantes a las leyes, disponiendo en su lugar
decretos excepcionales cuya única apariencia de tales se denota, apenas, en sus
predicados discursivos, puro poder soberano y disciplinario.
El
"único camino posible" que, según Cambiemos, nos permite "estar
en el mundo" se prueba, así, no solo como falaz y antipopular, heredero de
la última dictadura cívico-militar y títere de los intereses de instituciones
como el FMI o la CIA, sino, además, como un mal camino, cruel y
antidemocrático, que salva únicamente a sus promotores, los financistas y
exportadores, mientras excluye y mata sistemáticamente al resto de la
población. Un camino ante el cual alternativas como el peronismo nacional y
popular, los movimientos social-libertarios, los partidos de la nueva izquierda
o les intelectuales feministas y de otros grupos en defensa de la diversidad de
los géneros, no puede ni conectarse, ni dialogar, mucho menos mantenerse en
funcionamiento, a menos que ello implique su imposición forzada por encima de
cualquier otra propuesta económica, política, jurídica, social y cultural de
rasgos populares.
Si Franz
Hinkelammert piensa al neoliberalismo de los 90 como un totalitarismo de
mercado, en el caso macrista, como en otros de rasgos conservadores del resto
de la región, algunos intelectuales de la centro izquierda y del peronismo
-como Santiago Cúneo o Jorge
Beinstein-, por ejemplo- coinciden en calificarlo de régimen mafioso que, a
modo del nazismo y el stalinismo, como al de los líderes del narco
contemporáneo, tiene en sus manos el control de una determinada población,
extensible indefinidamente en el espacio y el tiempo según sus capacidades de
dominio territorial. Hitler, por ejemplo, duplicó todos los ministerios y
cargos diplomáticos durante el nazismo, por lo cual existían, simultáneamente,
una embajada del Estado alemán y una embajada del partido nazi; Macri ha hecho
esto una vez, con el ministerio de economía, el cual fue transformado en dos
ocasiones, siendo ampliado a ministerio de economía y finanzas en la primera,
con una tercera ampliación a ministerio de economía, finanzas y deportes de la
nación, en la segunda. Su particular forma de desplazar funcionarios de
ministerios a presidencias del Banco Central, sus notas y conferencias
idénticas en su contenido, en las cuales la separación de la realidad y la
producción sistemática de un relato ficcional para explicar la situación
nacional del dólar y de la inflación, por mencionar solamente algunas de las
decisiones del presidente y de sus allegados, son similares y hasta
equivalentes a veces, con decisiones afines en los regímenes antes mencionados.
El asesinato y desaparición forzada de Santiago Maldonado, así como la
desacreditación de la complicidad con el Reino Unido en el hundimiento a punta
de misil del Ara San Juan, la represión ya cotidiana y automática de la policía
a las marchas populares, son formas en las que mecanismos de terrorismo de
Estado resurgen como herramientas de legitimación de la violencia de un régimen
en el cual capitalismo financiero, autoritarismo político y control mediático,
persecución política, judicial y mediática a opositores, así como la
insensivilización del gobierno nacional hacia los reclamos populares, se encarna
lo peor de la antipolítica de la élite argentina. Aunque, si es cierto lo que
algunos ya anuncian, de continuar las cosas como están, lo peor aún no ha
llegado; una vieja frase de eslóganes de las promociones a Bariloche de otros
tiempos nos viene a la mente: "no hay alegría sin dolor, y todavía falta
lo mejor", que se transforma en la explicitación de un mensaje similar,
oculto por el anterior, a saber: "ya no queda alegría sino dolor, y
todavía falta lo peor".
Si denunciar lo que ocurre y a quienes ejercen los dispositivos de
su legitimación ya no basta, la acción colectiva conjunta del pueblo, la
oposición y los intelectuales populares es indispensable para articular la
denuncia con la práctica del activismo social; teoría y acción ya no han de ser pensadas como fases
de un pensamiento, sino que deben mostrarse como dos caras o modos del mismo
impulso originario y creativo del pueblo, con su responsabilidad ciudadana en
juego, para que no deje a la suerte de la buena fe su voto, sino que exija y
obligue, como lo hace el contrato implícito de cualquier elección, al próximo
gobierno, como lo hace con el actual, a que cumpla sus promesas y que, a su
vez, haga cumplir en justicia de sus votantes las penas y procesos necesarios
para retraer la deuda externa y devolverle a les argentines su capacidad de
compra y poder adquisitivo, repuntando al país en su consumo interno, la
reapertura de sus fábricas y el relanzamiento de sus industrias, así como del
trabajo.
Bibliografía recomendada: la lista de títulos es incalculable, y
no alcanzaría el breve espacio del que dispongo ahora -ni del tiempo- para
anotarlos. Sin embargo, véanse, tentativamente, los siguientes: La sociedad excluyente y Debates latinoamericanos, de Maristella Svampa. El Estado burocrático autoritario de Guillermo O'Donnell, Socialismo, autoritarismo y democracia, de Alain Touraine y otros autores. De Roberto Esposito, Bíos. Biopolítica y filosofía, Inmunitas, y Comunitas. de Michel
Foucault, Vigilar y castigar, El nacimiento de la biopolítica, El gobierno de
sí y de los otros I y II, La verdad y las formas jurídicas, y Obrar mal, decir
la verdad. De Giorgio Agamben y otros, Democracia en qué estado; del mismo
autor, estado de excepción, El poder soberano y la nuda vida, Stasis: la guerra
civil como paradigma político, Qué es un campo, y Qué es un dispositivo. De
Judit Butler, Vida precaria. El poder del duelo y la violencia, Marcos de
guerra: las vidas lloradas, Violencia de Estado, guerra, resistencia. Por una
nueva política de la izquierda, y Cuerpos aliados y lucha política. Hacia una
teoría performativa de la asamblea. Crítica de la víctima de Daniele Giglioli,
Los orígenes del totalitarismo de Hannah Arendt, Horrorismo de Adriana
Cavarero, Qué es un genocidio de martín Shaw, ESMA: Fenomenología de la
desaparición de Claudio Martiniuk, Por que: La rápida agonía de la Argentina
kirchnerista y la brutal eficacia de una nueva derecha, de José Natanson, Vida
de perro: del 55 a
macri. Conversaciones con Diego Schluart, de Horacio Vervitski. De Carl Schmitt, La dictadura, y El concepto de lo político. De Slavoj Zizek, Bienvenidos al desierto de lo real, Pedir lo imposible, Primero como tragedia, después como farsa, Problemas en el paraíso, y Viviendo en el final de los tiempos. De Ernesto Laclau, La razón populista, y Debates y combates. De Chantal Mouffe, El retorno de lo político, En torno a lo político, y La paradoja democrática. De Antonio negri y Michael Hardt, Imperio, Multitud. Guerra y democracia en la era del imperio; de Antonio Negri y otros, Diálogo sobre la globalización, la multitud y la experiencia argentina, y Guías. Cinco lecciones en torno a Imperio. De Atilio Borón, Estado, democracia y capitalismo en América Latina, Imperio e imperialismo, Socialismo siglo XXI. ¿Hay vida después del neoliberalismo?, y Tras el búho de Minerva. Historia mínima del neoliberalismo de Fernando Escalante Gonzalbo, Breve historia del neoliberalismo de David W. Harvey, Después del liberalismo de Immanuel Wallerstein, Filosofía política del poder mediático y Crítica del neoliberalismo de José Pablo Feinmann. De Franz J. Hinkelammert y Henry Mora Jiménez, Hacia una economía para la vida; de Franz J. Hinkelammert, Democracia y totalitarismo, Dialéctica del desarrollo desigual, Quieren el mercado total. El totalitarismo del mercado, Teología del mercado total, y La vida o el capital. El grito del sujeto vivo y corporal frente a la ley del mercado. De Enrique Dussel, 14 Tesis de ética, 16 Tesis de economía política, 20 Tesis sobre política, Filosofías del sur y descolonización, Hacia una filosofía política crítica, Política de la liberación I. Historia mundial y crítica, Política de la liberación II. La arquitectónica, y Seminario: El orden ontológico-político. Las dictaduras argentinas. Historia de una frustración nacional de Alejandro Horowitz, Macri: orígenes e instalación de una dictadura mafiosa de Jorge Beinstein, Endeudar y fugar: un análisis de la historia económica argentina de martínez de Hoz a Macri de Eduardo Basualdo, Golpe en Brasil de Varios Autores, Cadáver Exquisito de Agustina Bazterrica, El hombre rebelde y Escritos libertarios de Alber Camus. De Néstor García Canclini, Consumidores y ciudadanos, Culturas híbridas, Diferentes, desiguales y desconectados, El mundo entero como lugar extraño, Imaginarios urbanos, y La sociedad sin relato. De Rita Laura Segato, La crítica de la colonialidad en ocho ensayos y una antropología por demanda, La nación y sus otros, Las estructuras elementales de la violencia, y Las nuevas formas de la guerra y el cuerpo de las mujeres. De Noam Chomsky, El nuevo humanismo militar, Estados fallidos, Miedo a la democracia, y con Michel Foucault, Justicia VS. poder: un debate. De Tzvetan Todorov, El nuevo desorden mundial, La conquista de América, La experiencia totalitaria, y Los enemigos íntimos de la democracia. De Achille Mbembe, Crítica de la razón negra, y Necropolítica. De la necropolítica neoliberal a la empatía radical, de Clara Valverde Jesaell, La intimidad como espectáculo y ¿Redes o paredes? La escuela en tiempos de dispersión, de Paula Sibilia, Crisis y utopía en el siglo XXI
de Félix Rodrigo Mora, El Estado en la historia de Gastón Leval, El nacimiento del Estado de Quentin Skinner. De Pierre Bourdieu, Campo de poder, campo intelectual, Intervenciones políticas, Sobre el Estado, y Sobre la televisión. De Zigmunt Bauman, Retrotopía, En busca de la política, Extraños llamando a la puerta, La globalización. Consecuencias humanas, Miedo líquido, Modernidad líquida, Trabajo, consumismo y nuevos pobres, Vida de consumo, Vida líquida, Vidas desperdiciadas, con David Lyon, Vigilancia líquida, y con Leónidas Donskis, Ceguera moral. La pérdida de sensibilidad en la modernidad líquida. Pueblos expuestos, pueblos figurantes de Georges Didi-Huberman, Qué es un pueblo de Varios Autores. De Gilles Deleuze, Derrames entre el capitalismo y la esquizofrenia, y con Félix Guattari , Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Del propio Félix Guattari, La ciudad subjetiva y postmediática. La polis reinventada, Generación postalfa. Patologías e imaginarios en el semiocapitalismo, y La fábrica de la infelicidad. Nuevas formas de trabajo y movimiento global, de Franco Bifo Berardi . Crédito a muerte. La descomposición del capitalismo y sus críticos, de Anselm Jappe , La vida administrada: sobre el naufragio social de Juanma Agulles. De Gilles Lipovetsky, La sociedad de la decepción, Los tiempos hipermodernos, con Elvette Roix, El lujo eterno, con Herve Juvin, El occidente globalizado, y con Jean Serroy, La pantalla global. Decir no no basta de Naomi Klein, Planeta de ciudades miseria de Mike Davis, El hambre por Martín Caparrós, La derrota y la esperanza de Horacio González, Qué es el peronismo, de Alejandro Grimson, Fuerza de ley de Jacques Derrida, Para una crítica de la violencia y otros ensayos de Walter Benjamin, Populismo y psicoanálisis de Nora Merlín, Psicoanálisis extramuros de Silvia Bleichmar, Orizontes neoliberales en la subjetividad y Lacan en las lógicas de la emancipación, de Jorge Alemán, Escritos a contrapelo y Escritos contra teclado de Carlos Solero, Masa y poder de Elías Canetty, La silenciosa conquista china de Juan Pablo Cardenal y Heriberto Araújo, China: el imperio de las mentiras de Guy Sorman, La China de Mao y después de Maurice Meisner, China. Una nueva historia, por John King Fairbank, China. El despertar del dragón de Julio Díaz Vázquez , China: una revolución en agonía de Róbinson Rojas, China irrumpe en Latinoamérica: ¿dragón o panda? de Alfredo Jalife-Rahme, Economía para el 99% de la población y Qué fue del buen samaritano. Naciones ricas, políticas pobres, de Ha-Joon Chang, El capital en el siglo XXI, La crisis del capital en el siglo XXI y La economía de las desigualdades, de Thomas Piketty, entre otros.